EL ALMA DE LA INTELIGENCIA
La modernidad creyó en que la razón generaría el progreso. Sus recursos fueron la escuela obligatoria, la ciencia y la democracia. Pero con el tiempo, el mundo se vació de sentido, las verdades absolutas son hoy creencias relativas, la supuesta armonía se convirtió en disociación. Se crearon los recursos y el poder pero no la integridad para manejarlos.
Los valores materiales persiguen utilidades y apuestan a formas inteligentes del obrar El hombre aporta deseos y proyectos, la naturaleza condiciones y posibilidades. La tecnología como herramienta de la inteligencia, hizo prevalecer el concepto sobre la idea. Con eso se perdió el alma de la inteligencia. Si bien con el concepto abstrae la esencia, se pierde el contacto sensorial. Al arrancar la flor para conocerla, se la mata. El concepto mide el éxito por la cantidad y no por la profundidad
El saber se usó para dominar. La asociación entre el poder político y los grupos económicos que se apropiaron del conocimiento, borraron la ética de la economía. Así, la brecha entre los más ricos y pobres que era de 3 en 1820 llegó a 40 en 2004.
Esta apropiación declaró la guerra a la naturaleza, al hombre y a la sociedad; y crecieron las guerras, el terrorismo, los secuestros, la inseguridad, el desempleo y la desigualdad.
¿Dónde está el paraíso prometido?: el alma de la inteligencia florece allí donde impera la ética. En Noruega, Suecia, Dinamarca, la economía prospera y las diferencias disminuyen. En otras regiones el caos se justifica con la teoría de la copa desbordada según la cual los excedentes llegan a los pobres. La tecnología mira la ganancia, disfrazada de bien común.
La tecnología digital con su capacidad y velocidad extraordinaria para procesar información, deja de ser medio para ser el fin que justifica cualquier cambio, sin medir sus consecuencias. Se planifica la obsolescencia para conseguir $ sin medir el costo social.
El lobo marketing disfrazado de progreso fagocita a la caperucita consumidor. El hombre masa es seducido para que no viva en la tierra sino en el ciberespacio, para rehacerlo a imagen y semejanza de la tecnología digital. Pero está claro que la velocidad no crea sabios. La verdad surge de confrontar con los hechos. Pero si la realidad es secuestrada por la tecnología y reemplazada por información, entonces puede ser dominada a voluntad.
Los valores ideales tienden al bien, al sentido de la vida, a enriquecerla, invitan a la cooperación y constituyen el alma de la inteligencia. Las ideas armonizan con la imagen: el prototipo de lo existente. Ideas e imágenes llaman y atrapan. Al eliminar el poder de elegir e imaginar, se asocia al hombre a la máquina, pero todo en él: su memoria, conciencia, voluntad y creatividad le dicen que no debe someterse al pasado o a la convención, sino buscar la pluralidad y la excelencia. La razón es entender, acercarse al otro, acertar, equivocarse. El espíritu se resiste a adaptarse a la mayoría, a ser colonizado por el noticioso, a prohibir la duda, a correr tras la novedad.
El niño al nacer es una página en blanco a completar con la experiencia. La Pc como extensión natural de la mente, puede ser su aliado estratégico en las hojas digitales de su página web personal, sería este un aporte real y valioso de la tecnología.
La memoria es el punto de apoyo que sostiene el edificio del capital material, intelectual y social. La inteligencia es la palanca que la gerencia. Para obtener el tipo de verdad llamado éxito, hay que saber que es efímero, fracasa en el mismo momento en que se consigue.
Lo que tiene valor es buscar el verdadero sentido. Para que el tiempo que corre tan aprisa, no implique correr rápido para permanecer en el mismo lugar, hay que asociar el reloj con la brújula orientadora. Si la inteligencia y la memoria son abstracciones para favorecer al poder económico, son aberraciones. Como dijo Tocqueville, "las sociedades deben ser juzgadas por su capacidad para hacer que la gente sea feliz". Se necesitan nuevas y viejas ideas que orienten el proceso de cambio. El alma debe retornar a la inteligencia.
El autor, Dr. Horacio Krell, dirige a ILVEM. Consultas a horaciokrell@ilvem.com.ar.
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