COMPETITIVIDAD: CONDICIONES DE LA CANCHA Y REGLAS DEL JUEGO Actualmente, se emiten en diversos medios de comunicación dos cortos publicitarios en los que profesionales del fútbol y del básquet se enfrentan respectivamente a ciegos y paralíticos con vendas en los ojos y en sillas de ruedas siendo derrotados por los mismos. El mensaje del comercial es: "la discapacidad depende de las reglas del juego". Analizando la competencia de una nación, la de sus empresas y la de los particulares, es posible visualizar al país como la cancha donde se compite o como el teatro de las operaciones. Si el estado de la "cancha" nacional es malo, si tiene pozos o está embarrada, los que se están obligados a jugar siempre en ella, no pueden competir con las empresas extranjeras que operan en excelentes "estadios". La competencia no se mide tampoco por los recursos naturales, los que constituyen sólo sus ventajas comparativas. Se pueden poseer las mejores tierras, petróleo, etc., pero la productividad de esos recursos puede ser baja. El problema sería de competencia. Es competitivo quien comparando su producción con la de su rival, la iguala o la supera. La Argentina tiene el puesto 45 y Chile el 28 en un ranking que mide creatividad, apertura de la economía, solvencia financiera, clima para los negocios, tecnología, etc. Muchas empresas no son competitivas porque luchan en condiciones desfavorables: alta corrupción, impuestos regresivos y leyes laborales desventajosas, tarifas y créditos caros, inseguridad jurídica; factores que constituyen el tristemente conocido costo argentino. Y de tanto fracasar se pierde la autoestima. ¿Es necesario resignarnos al fracaso?. El éxito de cientos de miles de ciudadanos que triunfan en países no competitivos o en el extranjero, demuestran que hay modos de transformarse en una persona competitiva en el marco de un mundo globalizado. La mejor manera de iniciar un proceso de cambio es conocer la verdad. Así como el pez es el último en darse cuenta que el agua existe, en tanto que es su medio natural, lo mismo le ocurre a gente: lo habitual genera adormecimiento, provocando una desafortunada uniformidad. Compararse hacia fuera con los modelos de la excelencia mediante un proceso sistemático - técnicamente denominado benchmarking - , permite descubrir las mejores prácticas para luego hacerlas propias. Este proceso implica 4 etapas: 1) ¿Qué puedo mejorar para hacerme más competitivo? 2) ¿Cómo elegiré el modelo? 3) ¿Cuán amplia es la diferencia que me separa de él? y 4) ¿Cómo cerraré la brecha?. La mayor incompetencia es elegir el camino incorrecto, es decir, está en lo que se hace y no en cómo se hace. Producir mucho o más de lo mismo no es la solución. Elegir el blanco que se tomará como modelo es crucial para poder comparar con éste costos, tiempo y calidad. Un método complementario es chequear las funciones con el conocimiento disponible e incorporarlo al proceso. Y una vez culminado un ciclo: volver a empezar. Otra manera de mejorar la competitividad es analizar interiormente las debilidades y fortalezas: 1) Aprender a manejar el tiempo, la energía, las contingencias. 2) Clarificar los valores: ¿qué es lo valioso para mí?. 3) Tener objetivos definidos, lo que implica ser proactivo y no reactivo ante las circunstancias.4) Poder sostener un desarrollo y crecimiento personal continuo. 5) Dominar las técnicas de resolución de problemas y toma de decisiones. 6) Desarrollar la creatividad ya que la imaginación es tan importante como el conocimiento. 7) Lograr influir y motivar a los demás 8) Administrar con eficacia, lo que equivale a conseguir que se hagan las cosas. 9) Saber delegar y controlar. 10) Capacitar a los colaboradores. 11) Armar equipos altamente competitivos. En materia de competitividad la clave es el resultado. Por lo tanto, es posible aplicar la frase de Bernard Shaw: "hay gente que ve las cosas como son y se pregunta ´¿por qué?´. Yo sueño con cosas que nunca han sido y me pregunto ¿por qué no?" * Dr. Horacio Krell, Director de ILVEM. Consultas a horaciokrell@ilvem.com.ar. |