APRENDIENDO CON UN COACH
¿Por qué se dice que el niño desarrolla solamente el 10 % de su capacidad potencial?
Habitualmente se mencionan 4 causas: 1) Dios no dejó la llave ni el manual del usuario. 2) La educación no enseña a usar la mente. 3) El cerebro no ha sido creado para el hombre, es una herencia del pasado reptil y mamífero, con una capa superior: la corteza cerebral. 4) El hombre como animal de costumbres se asimila al promedio y no apunta a la excelencia.
¿Por qué no se hace nada sobre un tema tan importante?.
Durante años se aceptó alegremente la convivencia con esta limitación. Platón y Aristóteles proporcionaron diferentes respuestas a las antiguas preguntas sobre cómo es el mundo, cómo descubrirlo, cómo ayudar a los demás a conocerlo. Platón destacó el rol de las ideas a las cuales las cosas imitan. Por lo tanto, es posible asociar su postura al creativo hemisferio derecho del cerebro: "la idea nueva es un imán que atrae su realización". Aristóteles, en cambio, privilegió los conceptos que se adquieren observando regularidades. Su perspectiva podría vincularse al hemisferio izquierdo: "la razón facilita el orden y la implementación".
¿Quién tiene razón? Ambas posiciones armonizan.
Supongamos que un concepto y una idea nuevos ingresan a la mente. Al tratar de aplicarlos, si generan un resultado positivo, es probable que el alumno decida aceptarlos. Al incorporarlos, se produce un reacomodamiento en su estructura cognitiva y entonces ésta crece y se reorganiza.
Pero para aprender el niño necesita además del reconocimiento social, lo que implica la humanización del conocimiento que debe partir siempre de lo que ya sabe como capital.
Porque aprender es activar lo viejo conocido con lo nuevo por conocer, armonizando deseos con contenidos coherentes, métodos de estudio adecuados, actitudes positivas y buenos maestros.
El aprendizaje es el motor de los cambios sociales. El maestro es el garante de esa transformación que logra despertar al gigante dormido que todo niño lleva consigo para ayudarlo a que se convierta en el constructor de su aprendizaje, en el arquitecto de su propio destino.
Si el problema es el padre del invento, ¿cómo superar el inconveniente que plantean las diferencias individuales y mantener, sin embargo, la unidad del grupo en el aula?, ¿con qué técnicas se puede acelerar el estudio y ganar tiempo para destinarlo a la vida social?.
Así surgió la idea de obtener esa respuesta que potenciara el rendimiento.
Fase 1: Buscar la perfección. Se apuntó al máximo rendimiento que requiere como condición necesaria la actuación del maestro para desarrollar el potencial del alumno y para comparar en un mismo acto la carencia y la excelencia. Este procedimiento genera la tensión creativa entre la situación actual y la meta anhelada e induce a alcanzar el éxito por el camino de la metodología bajo el supuesto de que los métodos constituyen la mayor de las riquezas.
La cultura de las competencias olvida que se nace con un recurso divino. Descubrirlo es apuntar a la felicidad evitando los mandatos ocultos que enfrentan destrezas con preferencias y hacen surgir el estado de insatisfacción: "como papá es abogado exitoso debo seguir su obra aunque nací con otro fin".
Para crear valor hay que tener valores y como tantos otros la perfección brilla... por su ausencia. Se nota en todo, en las tareas diarias que se hacen sin perseguir la ejecución perfecta. Verdi la buscó y siempre se le escapó pero su actitud creativa le permitió ser joven a los 80 años cuando escribió Othello.
Fase 2: La destrucción creativa. Un sistema de calidad total consiste en analizar lo que se hace para mejorarlo. Se trata de hacer del defecto una virtud, evitando que un error se convierta en hábito mediante el feedback continuo con la realidad. Antes, a los alumnos les bastaba con asistir a cada clase y el que estudiaba avanzaba pero el grupo se dividía entre los que aprendían y los que no. Ahora, el alumno progresa por resultados, no pasa de una lección a la otra por mera asistencia sino por rendimiento.
Para ello el maestro se ha transformado en un coach, un experto en metodología que sabe como motivar a cada alumno para extraer lo mejor de sí.
Fase 3: La escuela y la vida. El coach adhiere a una filosofía que reemplaza al sistema enciclopedista por otro que desarrolla las destrezas genéricas que posibilitan al niño saber operar como un líder.
Esto se logra mediante la complementación entre lo que se aprende en el aula y en la escuela de la vida. El saber aprendido interactúa con las nuevas Fábricas de ideas, de proyectos y relaciones productivas que poseen un tanque receptor de iniciativas y conocimientos, un embudo que los selecciona y transforma en planes concretos y una estrategia que consiste en llevarlos a la práctica.
El coach no es un mero transmisor de información, sino un entrenador que introduce al alumno en el arte de aprender por sí mismo. Mientras desarrolla la tercera fase del método, el coach lo conecta permanentemente con su mundo interno para que sepa lo que quiere, la verdadera misión de su vida.
Así, cada deseo que aflore se hará cada vez más grande y ante él cualquier obstáculo se tornará pequeño.
La calidad implica un inventario para determinar en qué se gastan las horas. La dieta del tiempo permite invertir en tareas de alto rendimiento y controlar el resultado: dónde estaba hace un año, donde estoy ahora, dónde quiero estar en un año, cómo haré para conseguirlo.
La rutina es una trampa y el error es una fuente del aprendizaje. Si se usa la batería para iluminar el auto, ésta se arruina; pero si se la conecta con el encendido del motor se recarga. El niño debe sintonizar sus deseos y sus recursos con altos valores.
La perfección y su prima hermana, la calidad bien entendida, empiezan por casa, es decir por uno mismo.
* Dr. Horacio Krell, Director de ILVEM. Consultas a horaciokrell@ilvem.com.ar.
|