La agenda es el espejo de la persona. Un buen administrador del tiempo tiene claridad en lo que quiere, apunta al objetivo y actúa en consecuencia.
Para detectar errores la mejor herramienta es controlar cómo se usa el tiempo.
Así, algunos trabajan por listas, otros planifican, hay quienes se orientan por prioridades y están los que saben privilegiar lo importante.
La actitud que se concentra en las urgencias se puede denominar "mentalidad de bombero".
Quienes la poseen no soportan que suene el teléfono o el timbre sin responder; reaccionan ante lo que les pasa en lugar de elegir lo que prefieren; están siempre en crisis; atienden en simultáneo lo urgente y lo importante; reciben a cualquiera y en cualquier momento; tienen vacíos importantes en áreas fundamentales de su vida; privilegian lo trivial; su acción es episódica y no sistémica.
El que convive con lo urgente está condenado a atender siempre la emergencia.
¿Cuál es la falla principal? La falta de internalización de las prioridades, saber cómo organizarlas y llevarlas a la práctica.
El "dominador del tiempo", en cambio, es el que transita habitualmente por lo importante y no por lo urgente: cuida las relaciones, se capacita, descubre oportunidades, planifica.
Es más conveniente trabajar por oportunidades que resolviendo problemas.
Así se evita la crisis antes de que ésta se produzca.
El dominador del tiempo tiene en una mano el reloj para administrar y en la otra la brújula para orientar el rumbo. Su método implica que:
Conoce sus roles y metas claves.
Programa la dieta del tiempo con actividades de alto rendimiento.
Se cuida a sí mismo al considerarse "la gallina de los huevos de oro".
Ejercita el arte de delegar lo delegable.
Y, predicando con el ejemplo, empieza ahora mismo.
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