En la vida siempre hay catástrofes. Según Darwin, los árboles grandes son los más aptos para sobrevivir por sus raíces extendidas, sin embargo al roble lo vence la tormenta. El junco cede, por eso la tormenta no puede dañarlo. La hierba no tiene raíces, hasta un niño la puede arrancar, ella se adapta mientras que el árbol resiste. Para enfrentar una catástrofe algunos sobreviven por su flexibilidad, otros prefieren morir de pie
En Haití los sobrevivientes sentían pánico mientras los edificios se caían. Se aferraban a columnas de cemento que se hacían polvo entre sus manos. En cambio, las casas de Chile están diseñadas para soportar temblores. Sus esqueletos bailan entre las ondas sísmicas sin resistirlas. Los edificios fueron dañados, pero no derruidos. En Haití, el país más pobre de occidente, tenía sólo tres edificios antisísmicos. Chile tiene más ingenieros especializados que cualquier otro país, Sus consejos son aceptados en la construcción y en planes de emergencias. Chile está preparado Los haitianos no sabían si su presidente vivía al día siguiente del sismo, su residencia se había derrumbado.
La ley de Murphy. Esta ley que afirma que “lo que puede salir mal va a salir mal”. El antídoto es ser previsor en los detalles, anticiparse y evitar que el diablo meta la cola.
Ante el agotamiento de los recursos, la contaminación, el calentamiento global y los desastre naturales es imprescindible adoptar medidas de prevención y defensa civil.
Hoy más que nunca para sobrevivir hay que saber tratar al medio ambiente. El problema es global y requiere cooperación internacional. Muchos de los males los agravan las tecnologías basadas en el fuego, si cambia la temperatura cambia todo.
Hace 800 años un emperador chino previendo los desastres, sin poder identificarlos puntualmente, creó una reserva para afrontar calamidades. El huracán Katrina en EEUU se llevó 10.000 muertos por imprevisión., pero el huracán Denis no produjo víctimas en Cuba porque había un plan de emergencias. El ambiente sano es un derecho humano. Un sistema sustentable requiere mentes pensantes con mentalidad ecológica.
Ataques a la ciencia. Los científicos reciben ataques de los ideólogos del libre mercado que combaten su misión de cuidar el medio ambiente. Esta historia lleva décadas. Defendían el tabaco cuando la ciencia vinculó el hábito de fumar con el cáncer de pulmón. Combatieron a la ciencia cuando demostró que el óxido del carbón causaba la lluvia ácida y que ciertos productos químicos llamados CFC reducían la capa de ozono en la atmósfera. Son compañías que no quieren pagar el costo del cambio. La ciencia del cambio climático busca descifrar la historia de la Tierra y de su clima. El uso a gran escala de petróleo, carbón y gas amenaza la biología y la química del planeta, provoca tormentas, sequías y otras catástrofes que afectan la vida de la gente. Hay que transformar los sistemas de energía, transporte, alimentos, industria y construcción, para reducir su impacto sobre la naturaleza. Como el hilo se corta por lo más delgado, las calamidades afectan en mayor medida a los pobres. La pobreza es un flagelo.
Las tormentas en la vida. Un águila enseñaba a volar a su pichón. Eran días benignos de verano y cielo despejado. Un día, llegó el otoño, el cielo se cubrió de nubes negras. De pronto se desató una terrible tormenta de viento y agua. El pichón, acostumbrado a ver el cielo y el sol, se angustió. El águila le pidió que le acompañara. Juntas remontaron vuelo en dirección a las nubes atravesando la tormenta. Luego de una trabajosa travesía, ambas estaban por encima de las nubes. El pichón estaba loco de alegría, había superado las negras nubes que ocultaban su sol y su manto azul.
Hay que aprender de las tormentas. Cuando pasan limpian las tierras, terminan con las plagas y muestran nuestros errores. Hay que perderle el miedo al miedo. Cuanto más atemoriza el fracaso, más cerca se encuentra. Entonces uno cree que el problema está afuera, pero uno mismo es el problema por sus actitudes y creencias.
Sostener los ideales. La humanidad debe dejar las excusas y soñar con el cambio. Somos libres, podemos elegir, pero lo que no podemos es evitar sus consecuencias. Los países que tienen proyectos y políticas de estado son llamados triunfadores, tuvieron coraje para emprender el camino. Es el momento de perder la cobardía. El país cobarde es sordo a los mensajes de su gente. Se conforma con su excusa y la excusa lo inmoviliza. La pelea entre querer y no poder prosigue y se lamenta por todos los recursos que tiene y lo que el destino le negó. Pero reconocer la cobardía es la condición necesaria para hacer algo con el presente y crear el futuro
¿Como dejar de ser cobarde? Aceptando que se marcha a la deriva, que no se está siguiendo el camino, reconociendo su ser para recuperar las esperanzas y sabiendo con claridad qué es lo que lo detiene. La generación del 80 logró que Buenos Aires fuese primera en el mundo en tener agua potable y cloacas. Pero hoy los políticos sólo piensan en las próximas elecciones. No estamos condenados al éxito ni al fracaso, todo depende de lo que hagamos. Hoy por falta de planificación cuando llueve se inunda y cuando no llueve hay sequía.
La resiliencia es la capacidad aprender en la adversidad como se salir de ella. El principio clave es que lo que te mata fortalece. En 10 años Finlandia revirtió su situación, hizo de la educación su política de estado y sus ciudadanos crearon capital intelectual. Lo que tenemos entre las dos orejas ninguna catástrofe nos lo podrá quitar.
*CEO de Ilvem, Contador Público y Licenciado en Administración de empresas (UBA). Contacto horaciokrell@ilvem.com