Algunos recuerdan con nostalgia los viejos tiempos. Hoy el intelecto sustituyó a la potencia física por efecto de la tecnología. Los antiguos se guiaban por los ciclos naturales ahora todos tenemos reloj pero nadie tiene tiempo. La proliferación de cursos y técnicas para administrarlo indican que la presión se está volviendo insoportable.
Uno que perdió la calma fue Steven Slater, quien enfrenta en New Yorka una pena de siete años por “imprudencia temeraria”. Es un asistente de vuelo con 30 años de experiencia que fue golpeado por un pasajero, no aguantó más, tomó el micrófono, insultó, se tomó una cerveza, activó el tobogán de emergencia y desapareció. Horas más tarde, llegó la policía y los fotógrafos que tomaron a Slater, con pantalones de andar y una camiseta verde, exhibiendo la herida aún sangrante en la frente.
Tal como se apura a bajar del avión la gente quiere chequear al mismo tiempo su correo, navegar en internet y hablar por celular. Así no puede organizarse, hacer su tarea, ni separar lo urgente de lo importante. Prestar atención tiene raíces neurobiológicas.
El uso de la web como una extensión del sistema nervioso genera déficit de atención. La hiperactividad improductiva es tener mucha acción y poco rendimiento. El resultado es que en lugar de elegir proactivamente lo que se precisa y concentrarse en eso, se están perdiendo facultades cognitivas básicas, como las de escribir y leer un texto completo.
Dividir la atención. La interrupción genera el pensamiento blanco o negro, superficial y dependiente de una información que crece exponencialmente y de una pantalla que cambia 40 veces cada hora. La interactividad exige respuestas rápidas, pero el cerebro procesa en cadenas neuronales y si maneja varias a la vez puede elegir una ruta errada. Una parte del cerebro es la torre de control que fija prioridades. Pero si las partes más primitivas la recargan de datos, la torre de control queda inhibida para tomar decisiones.
No dejes para mañana. Estar atento es una tentación irresistible que mejora la reacción pero nos hace impacientes, impulsivos y narcisistas. La tecnología permite guardar y ver después, entonces la memoria no se ejercita y se dejan tareas pendientes. Los ladrones de tiempo crean vicios como la procrastinación – que es la tendencia a diferir para después-No estar en contacto provoca sensación soledad. Frente a la PC se dialoga por MSN, se escriben mensajes de texto, se habla por teléfono y, de paso, se hace que se trabaja. Es un mito creer que se puede actuar en simultáneo y ser eficiente en todo lo que se hace.
Mientras más se abarca menos aprieta. Al no poder hacer foco se termina dañando la capacidad cognitiva. Quizás podamos convertirnos en robots eficientes, pero a cambio de eso, no crearemos valor. Es que no fuimos diseñados para hacer varias cosas a la vez.
Burn out o cerebro quemado. Lo que realmente se hace es cambiar velozmente de una tarea a otra, lo que libera hormonas del estrés, provocando fallas en la memoria y estrés.
El multitasking o hiperactividad improductiva afecta el aprendizaje, favorece al núcleo estriado –del movimiento- y desfavorece al hipocampo -relacionado con la memoria-.
Hay un costo asociado: fuimos hechos para enfocarnos. La facultad de domar la atención vagabunda, es la raíz misma del juicio, del carácter y de la voluntad.
La sobrecarga disminuye las ganas de leer, entonces se mira la TV, pero ver TV es como viajar en avión, hasta que no aterriza no se puede bajar. En cambio, la lectura es como viajar en auto, porque uno puede detener la marcha y reflexionar.
El círculo vicioso entre las dos adicciones: la pasividad televisiva y la hiperactividad improductiva ante internet, genera personalidades dispersas, reactivas y neuróticas.
La ruptura de la linealidad en la lectura impide la síntesis de contenidos, lo que no deja reflexionar para construir razonamientos y generar ideas. Se vive al día, sin futuro.
Los estímulos publicitarios, propiciados por la sociedad de consumo ni siquiera dejan concentrarse en la pantalla. Generan distracciones que se repiten el en mundo real.
La superficialidad impide la profundidad. Nicholas Carr, experto de la Universidad de Harvard, notó que perdía el hilo en lo que hacía y quería volver a su PC. La superficialidad es el daño que Internet le causa al cerebro. Al adaptarse al estilo de la red la información no se conecta, impidiendo la asociación de ideas y el buen uso de la memoria. Los internautas son rápidos y automáticos, pero menos rigurosos y profundos.
Las rutas neuronales nacidas con la neuroplasticidad -la capacidad del cerebro de autoformatearse con la experiencia- transfieren los malos hábitos fuera de la red. Si bien se lee en Internet más que en los años 80, cuando la fuente de distracción era la TV, este universo inagotable que permite encontrar cualquier cosa, nos hace leer a los saltos y el cerebro se vuelve impaciente y desobediente para realizar una lectura completa.
Para adaptarse los medios gráficos hacen contenidos cada vez más cortos, The New York Times dedica dos páginas para resumir las noticias importantes del día.
Lo poco que se gana se pierde al razonar. El pensamiento racional requiere analizar, comparar, deducir. La lectura profunda acompaña al pensamiento en el proceso de generar ideas propias. El mundo es demasiado complejo como para ser explicado de ese modo, mientras tanto las empresas lucran con cada click que nos incentivan a producir.
Lord Chesterfield dijo: “Hay tiempo para todo en un día, si haces una cosa a la vez, pero no habrá tiempo suficiente en un año, si haces dos cosas al mismo tiempo”.
La solución es dividir la tarea sin dividir el tiempo. Así aumenta la concentración y disminuye la fatiga. El tiempo es inmodificable pero podemos administrarlo mejor. Volvamos a los viejos tiempos y recordemos lo que decía Nietzche, que: “Los métodos son la mayor riqueza del hombre