Buenos Aires, Noviembre de 2010
¿Qué es lo que nos permite estar donde no pudimos ir? ¿Qué es lo que logra que sigamos disfrutando a Borges como si estuviera vivo? ¿Qué es lo que llevó a Newton a decir que no era un genio sino que estaba parado sobre las espaldas de gigantes? ¿Qué es lo que hizo qué el niño indefenso al nacer se convierta luego en el dominador del universo?
Borges lo dijo: “no somos lo que somos por lo que escribimos sino por lo que leemos”.
La lectura es la mejor gimnasia para el cerebro, es el motor de la civilización y la cultura. Los genes brindan los instintos, las reacciones y los movimientos, pero el tallado del alfabeto en el cerebro representa la victoria de la mente y del espíritu sobre la materia. Los genes que especifican nuestro comportamiento han dejado para el cerebro la sensibilidad ante la experiencia.
En la era actual donde una imagen vale más que mil palabras también es cierto lo contrario: que una palabra puede generar mil imágenes. Los buscadores de internet no posicionan por imágenes o por eventos físicos sino por lo que queda de las experiencias al volcar en internet lo que pasó mediante el simple recurso de la lectoescritura.
El ejercicio de la palabra escrita, que relata los sucesos y las interpretaciones que genera, si se sincroniza con internet, digitaliza los acontecimientos y no quedan sólo entre las cuatro paredes de esa esquiva danzarina que es la memoria humana.
Escribir amplia y potencia lo que se sabe. Einstein decía que estaba seguro que sabía algo cuando podía contárselo a su abuelita y si ella lo entendía. El poder de la comunicación escrita, hoy, es tan importante como el de la comunicación oral porque los mensajes se pueden posicionar e internet y en instantes, recorrer el mundo.
Sin embargo no basta con leer y escribir hay que tener un método para leer dentro de uno mismo , descubrir lo que se quiere y llevarlo a la práctica. El poder inteligente es querer con eficacia.
Es interesante usar nuestra experiencia para entender al cerebro, ver como la memoria nos condiciona a repetir mandatos o hábitos adquiridos y no sabemos aprender que es cambiar los contenidos de la memoria y utilizarla como capital intelectual.
El objetivo final es aprender a pensar y a sentir, a unir los tres cerebros que constituyen nuestra personalidad, el instintivo, el emocional y el racional, en un todo holístico que resulte superior a la sumatoria de las partes.
Cuando decimos estuve pensando en vos no pensamos, recordamos. Cuando decimos yo pienso de determinada manera no pensamos, creemos y creer es una de las formas de clausurar el pensamiento. Porque el que cree no piensa.
Pensar es utilizar en primera persona los verbos creer y crear, ¡Yo creo! Como la memoria sólo trata con el pasado es peligrosa con el presente y con el futuro, ya que nos indica que debemos repetir nuestras conductas exitosas.
Pero en épocas de cambio nada fracasa tanto como el éxito. La forma de progresar es descubrir y resolver problemas ya que son el motor del pensamiento. El problema es el padre del invento y el pensamiento es el instrumento de su resolución.
Quien tiene un por qué propio puede superar casi cualquier cómo, dijo Nietzche, nada que ver con el universal imperativo Kantiano del debe ser. El por qué remite al pasado a los valores que guían la conducta. En los campos de concentración sobrevivían quienes podían encontrar una razón para afrontar el dolor y darle un sentido a su vida.
Esta es la diferencia entre sacrificio y esfuerzo productivo. El para qué cuestiona lo que hacemos en el día a día, se pregunta si tiene un sentido estratégico en función del por qué que nos anima.
La teoría de la motivación humana abreva en tres fuentes: exterior o hacer por una paga, intrínseca o hacer lo que me gusta y trascendente hacer por los demás.
Para que el por qué hago, el qué hago y el para qué lo hago se conjuguen en el yo creo, de crear y creer, es necesario tener un visión compartida del futuro deseado. Que la rutina no nos haga olvidar por qué estamos aquí, por que nos unimos y qué estamos haciendo hoy para alcanzar nuestros sueños, que fueron y son el modo personal de inventar nuestro propio futuro.
Dr Horacio Krell, CEO de Ilvem
40 años dedicados a desarrollar y expandir la inteligencia por el mundo.
Consultas a horaciokrell@ilvem.com.
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