LA CONCENTRACIÓN ES LA CLAVE DEL ÉXITO
Un estudio de la Universidad Carnegie Mellon de Pittsburg (Pensilvania) demostró que si se efectúan simultáneamente dos actividades la efectividad de cada una de ellas disminuye. Dividir la atención es la causa 85% de los accidentes de tránsito y en el estudio, ya que la concentración por definición es mantener la dirección al objetivo.
Por otro lado, ante el crecimiento de los estímulos, caben dos opciones: someterse pasivamente ante ellos o atenderlos selectivamente según el interés.
Evitar los estímulos impide ser invadido, pero si no se puede levantar esa barrera tampoco se puede capturar lo que es importante. Salir del automatismo y tomar conciencia genera un rumbo. El secreto está en saber cuándo poner o sacar los filtros.
Durante la atención involuntaria, la mente de naturaleza vagabunda, se distrae cada 12 segundos, -300 veces por hora-. Incide la baja velocidad de lectura que hace que frecuentemente se deba volver a leer, porque somos invadidos por ideas parásitas.
Se puede imaginar a la mente rotando entre una figura y un fondo por selección o por distracción. Existen dos tipos de concentración positiva: la activa que descubre novedades y la pasiva que las enriquece mediante la reflexión y la meditación en estrecho contacto con la memoria. Los peligros de la concentración activa son: la obstinación, la estrechez de miras y la falta de distancia, y el de la meditativa es el divague. Par evitar estas fallas hay que lograr concentración durante la acción y meditación antes de la decisión. El principio rector es saber lo que uno quiere, actuar en consecuencia y controlar los resultados.
Una gimnasia recomendable es fijar la concentración en un tema intentando no abandonarlo por ninguna causa. Luego aflojar la concentración y abrirse a que aparezcan la mayor cantidad de ideas asociadas con el mismo. Posteriormente elegir cada idea y seguir con el mismo circuito de concentración y apertura, sucesivamente.
Los afectos juegan un rol prioritario en la dinámica mental y hay que educarlos desde la infancia desarrollando la inteligencia emocional como actitud. El interés es el componente intelectual de la emoción y si se lo cultiva conectándolo con el deseo primario produce el entusiasmo y la pasión. Sin equilibrio entre razón y emoción la mente opera en un vacío, sin brújula orientadora. Entonces aparecen los vicios en la concentración y la apelación a la fuerza de la voluntad. Sin claridad en lo que se quiere no hay motivación y sin un propósito definido no hay constancia.
La peor solución es el autoengaño, porque no permite enviar señales claras al cerebro. Lo que se reprime o el obstáculo, aparece luego como una atracción fatal, produciendo una fijación negativa en ideas parásitas. Por diferencia la concentración perfecta hace concordar la intención y la acción, en un estado ecológico de flujo donde el logro se alcanza sin esfuerzo.
La tensión es el enemigo número uno. Cuando se produce por un robo, pelea, etc., la energía pasa del cerebro al corazón y a los músculos y la respuesta se asocia a una emoción violenta. Pero el tipo de vida moderno lleva a una tensión crónica con enemigos imposibles de combatir como desempleo, drogas, corrupción, contaminación, lo que condena a un estado de angustia latente sin saber el por qué.
Por lo tanto es cada vez más importante aprender a operar ante situaciones de creciente dificultad. La gran deuda del sistema educativo es que no enseña a producir la propia energía, la que se logra comparando el ideal con la coyuntura, haciendo del defecto una virtud, recargando las baterías por el relax y la respiración profunda; logrando que la sangre circule por las venas transportando el espíritu innovador de la creatividad.
El secreto es no reaccionar pasivamente, sino elegir el futuro deseado, conservando la ruta seleccionada. Educando a la mente la concentración hará la diferencia.
* Dr. Horacio Krell, Director de ILVEM. Consultas a horaciokrell@ilvem.com.ar.
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