De las 4 A de la educación: Aprender a ser, Aprender a hacer, Aprender a aprender y Aprender a convivir; nos referiremos a la capacidad de convivir. Comenzaremos con una historia. Deberemos aprender a trabajar en equipo. En Las Vegas en 1992 se propuso a 5000 personas pilotear un simulador de vuelo: la mitad controlaría la altura y la otra mitad la dirección y la velocidad. Al principio parecía imposible, pero luego, como por arte de magia lograron el control. El éxito fue el resultado de que se sintieron implicados en una actividad atractiva, con objetivos magnéticos y claros, con una retroalimientación que les informaba cómo les estaba yendo. El feedback continuo con la realidad es lo que impide que un error se convierta en hábito Un verdadero equipo de trabajo nos hace sentirnos nosotros y conectados. Pero la magia desaparece en los equipos reales: el placer se hace rutina, la cooperación competición, las normas destruyen la motivación, el juego se transforma en trabajo, lo espontáneo en plan. Faltando el entusiasmo, la participación y el compromiso con la tarea, se pierde la potencia para responder a los cambios. Por eso se necesita cambiar los principios de jerarquía y coordinación por los de cooperación y reciprocidad, con un modelo de organización que apunte a seres vivos. Para acortar las distancias entre Trabajar en equipo y equipo que trabaja, hace falta una dirección coherente. Si los premios son individuales, si las decisiones vienen desde arriba, si ante el menor problema se despide a la gente: ¿quiénes pueden creer en el trabajo en equipo? Sin embargo es posible creer, Bernard Shaw dijo:” los hombres ven las cosas como son y preguntan por qué, yo sueño con cosas que nunca fueron y me pregunto ¿por qué no?” Los equipos pueden ser el cable a tierra del sueño ético de que se produzca y se reparta con justicia. Esto requiere un nuevo modelo organizativo donde los equipos de trabajo trabajen en equipo, para que los empleados aburridos se transformen en socios innovadores, generando así la triple ciudadanía entre el equipo, la empresa y la sociedad. Integremos los equipos como alianzas estratégicas, no como relaciones individuales con el jefe , cambiemos de ser responsables sólo por nuestra tarea por el compromiso con los resultados, actuemos como personas completas, no esperemos que el líder resuelva los problemas, asumamos un liderazgo compartido y hagamos de estos principios valores comunes para todos. Jerarquizar a los equipos es valorar a las personas y vincular el capital humano con el social. Cuando un bravo samurai le pidió a un monje que le explicara la diferencia entre el cielo y el infierno, el monje le dijo: perro sucio y estúpido: jamás podrías entenderla. El samurai sacó su espada para atacarlo, y este afirmó: ves; eso es el infierno, el samurai reflexionó preguntando : ¿arriesgaste tu vida sólo para enseñarme?: y el monje le contestó: esto el paraíso. * El autor, Dr. Horacio Krell, dirige a ILVEM. Consultas a horaciokrell@ilvem.com. |