LA CIUDAD DEL SABER Las ideas son como semillas o perlas a cultivar. Requieren creatividad, innovación y asociación con los nuevos recursos: el conocimiento, el tiempo y el trabajo en equipo. El saber ocupa un lugar. La especialización tiene dos riesgos: a) ver el árbol en lugar del bosque o según el color de un determinado cristal b) enamorarse del instrumento: para el que sólo tiene un martillo, todo lo que mira le parece un clavo. Pero la unión hace la fuerza. El aislamiento de los especialistas impide el resultado holístico que surge de la sinergia positiva, donde el todo puede ser superior a la sumatoria aislada de las partes si éstas armonizan. LA CIUDAD DEL SABER, es el lugar del encuentro. El arte de lo posible. Como si una mano invisible guiara la acción, cada cual actuando en su propio beneficio en el marco de una filosofía - si tú ganas yo gano -, obtendrá las ventajas de pertenecer a una red cooperativa. El individualismo, produce costos innecesarios que se evitan cuando se aprende a compartir los recursos. El nuevo significado del saber. Antes, el saber era un adorno; ahora, un capital: detrás de la apariencia de cualquier producto, se encuentra el saber que lo hace posible. Al aplicarse sobre sí mismo, genera nuevos saberes y su actualización permanente. Existen saberes instrumentales o facilitadores que se integran en una nueva metodología: la de aprender a aprender. Las organizaciones y los especialistas. Las organizaciones persiguen fines únicos y precisos. Sus objetivos son los de satisfacer a sus clientes y pueden actuar a contramano de los objetivos sociales. La organización, gestiona el saber para influir sobre las personas y las cosas. No le alcanza el conocimiento verbal y conceptual, sino que lo utiliza con eficacia - que atiende al objetivo - y con eficiencia - que responde a la tarea -. La buena organización, no sólo juega bien sino que también hace goles, es decir que ha aprendido a hacer. La organización y el especialista se necesitan mutuamente. Aprender a trabajar en equipo. Liderar las propias ideas, aprender a ser conociéndose a sí mismo, es la mejor terapia en esta época de inseguridad provocada por la caída de los valores tradicionales. Ante la pérdida del seguro empleo de por vida a la japonesa y los fenómenos de globalización y tercerización, la mejor respuesta es desarrollar un sano egoísmo que transforme a cada uno en un simbólico "YO S.A.". La clave ante la omnipresencia de la tecnociencia es saber ocupar un lugar. Estar en la red, es estar en el mundo. Para ello, hay que aprender a vivir en comunidad, combinando los nuevos principios de solidaridad, responsabilidad por lo que se hace, confiabilidad personal y no discriminar al diferente; con las herramientas de la modernidad. Se usa sólo el 5% de los recursos naturales. El cerebro humano es el resultado de la evolución biológica y en él conviven los instintos, las emociones y los pensamientos. Hay que aprender a combinar inteligencia, genética y personalidad del mismo modo como se complementan perdidos en un bosque el paralítico sobre las espaldas del ciego para encontrar la salida. Es la reunión de la inteligencia emocional y racional. El saber aplicado. ¿Cómo transformar lo que se sabe en resultados positivos? ¿Cómo evitar convertirse en ingeniero taxista? Mientras la educación enciclopedística insiste en correr detrás de la información - cada vez menos alcanzable por su crecimiento exponencial - lo que se requiere, es aprender a aplicar el saber comenzando con la mejora continua o destrucción creativa y planificada de lo que se hace, como hizo Japón después de la 2da. Guerra Mundial imitando y perfeccionando los productos americanos que luego les reexportaron mejorados y a menor precio. Nada fracasa tanto como el éxito. El peligro del triunfo es la sensación de omnipotencia, sin comprender que lo único permanente es el cambio. Seguir haciendo lo mismo, es sinónimo de fracaso futuro por la lógica de la competencia. Así, el mundo imitó a Japón y su éxito se revirtió. Copiar es humano, crear es divino. Con la globalización y los cazadores de negocios que buscan aplicaciones asesinas por internet, el que se queda esperando no sabe quién, cuándo ni cómo estará atacando su negocio. Lo importante, es evaluar si se está contento con lo que hace o con los resultados que obtiene, ya que realizando las mismas cosas que siempre se hicieron se obtendrán los mismos resultados que, precisamente, se quieren alterar. A tener éxito también se aprende. El secreto no es una fórmula mágica, sino una mezcla de factores espirituales y racionales que se conjugan en la primera persona del verbo "creer". Yo creo en fuerzas espirituales que me dicen que estoy hecho a imagen y semejanza de Dios, y yo creo entonces como capacidad de elegir el futuro que deseo. No me limito a reaccionar ante lo que pasa, apunto alto, siento el placer por la excelencia, comparo planes y logros, visualizo los resultados, descubro oportunidades. Como decía Pasteur "el azar favorece solamente a las mentes preparadas". El factor psicológico del éxito es la autoestima: ¿me quiero mucho, poquito o nada? La autoimagen es una profecía que se autorealiza y que condiciona la calidad de los proyectos que se encaran. El pensamiento positivo es básico ya que la mente tiene la capacidad autosugestiva de transformar en acto todo aquello que se decide a aceptar. La mayor riqueza del hombre son los métodos. La inseguridad de no saber cómo actuar, genera mecanismos defensivos que provocan inseguridad y preocupación. Romper con las barreras y atreverse a arriesgar, tiene su premio, ya que el exceso de análisis produce parálisis. La visión clara del progreso deseado y ocuparse en conseguirlo, aumentan el poder. Para lograrlo, como que el hombre es un animal de costumbres, debe aprender a cambiar sus hábitos transformando en virtuosos sus círculos viciosos. Para ello, el autoconocimiento es básico, y una buena manera de comenzar es el programa de superación personal que ofrece el MÉTODO ILVEM, que capacita en el incremento de la capacidad intelectual y emocional. Comenzando por algo sobre lo que podemos influir - es decir, sobre nosotros mismos - se canaliza la energía positiva, que combinada con un sistema de calidad total se orienta hacia un control creciente del área de ocupación mientras que la de preocupación tiende a diluirse. Cambiando interiormente, los logros se ordenan desde adentro hacia afuera y eso multiplica la potencia de la acción, ya que le da un sistema y un destino. La Ciudad del Saber es la Sociedad del Saber. Si como pronostica el Ministerio de trabajo de los E.E.U.U., el principal empleador de la economía será uno mismo, es imprescindible despojarse de la mentalidad de empleado que surgió con la revolución industrial, y a constituirse en el creador del propio trabajo. El flagelo de la desocupación, no se solucionará por el voluntarismo de los gobiernos sino por la educación de la creatividad de la gente. Cuando millones de personas creen empleo a través de fábricas de ideas y proyectos, y las empresas líderes comprendan que deben devolver a la comunidad parte de lo que reciben de ella, se verá la luz al final del camino. * Dr. Horacio Krell, Director de ILVEM. Consultas a horaciokrell@ilvem.com.ar. |