El niño es el padre del hombre

                                   EL ARTE DE LA MOTIVACIÓN * por Horacio Krell

 


 

EL NIÑO ES EL PADRE DEL HOMBRE

Dicen que el niño es el padre del hombre porque la forma en que aprendemos a aprender en la infancia la repetiremos como hábito hasta formar al ser único e irrepetible que seremos.

Juancito que tiene 2 años, quiere el muñeco que está sobre la mesa pero no puede  alcanzarlo. El 10/2 de 1924, en la Universidad de Leipzig, nacieron el  hijo del doctor Brennan y un mono. Brennan los educó en su casa de la misma manera. Hasta los 18 meses no tenían grandes diferencias. De pronto, el desarrollo del mono se detiene y el niño toma impulso: el límite entre el hombre y la bestia, es el dominio del lenguaje.

El chimpancé emite gritos de placer o dolor, pero queda atado a la emoción y no sabe emplearlos fuera de la situación. El hombre independiza su mundo del sonido. Descubre que la información es un arma que le permite crear hechos con palabras; el mono sólo conoce la señal, la reacción condicionada. La palabra es el nombre del concepto, y la información, el de la situación. Al dominarlos, el niño se convierte  en el amo del mundo, el niño es el padre del hombre que será.

El animal carece del poder evocador de la palabra, no puede generalizar la experiencia para incorporar las leyes naturales, debe ver  y disponer del medio.

El hombre usa lo que no ve (sus conceptos)  para ampliar su percepción: con la palabra árbol representa a todos los árboles. No actúa por ensayo y error, recupera los recuerdos  que necesita, reconstruye su pasado y crea el futuro; con el lenguaje ensambla la memoria con la imaginación.

Desde el hombre primitivo, del homo faber al homo sapiens, surgió la mentalidad racional alejada del pensamiento mágico, permeable a la experiencia y formada en  contacto con ella. Atenerse al hecho le dio la objetividad necesaria para entender y aceptar  las leyes de la naturaleza y para actuar sobre ellas para satisfacer sus deseos. Sus conceptos son  como los utensillos del hombre primitivo; los trae  de su mente para aplicarlos según el objetivo que persigue.

Para alcanzar el muñeco que Juancito desea alcanzar,  hace un rodeo: sustituye los datos del problema por los conceptos de objeto, altura y solución, conceptos que ya posee  y que vincula estratégicamente buscando la respuesta. Gracias al lenguaje organiza una red asociativa,  y los combina para hallar la solución: usar la escalera, subirse a la silla, bajarlo con un palo, etc.

El niño es el padre del hombre. La lógica  convierte operaciones mentales espontáneas  en otras más eficaces, metódicas y conscientes. El ser racional  piensa por conceptos y principios de identidad ( A es sólo A),  de no contradicción ( A no es no A), y tercero excluido (entre A y no A no existe  término intermedio).

El niño es el padre del hombre porque los hábitos que crea en la infancia son los que luego lo formarán como adulto. El niño se convierte en el hombre que será por la calidad de sus experiencias.

Si le preguntan “¿por qué no se  bebe agua sin hervir”, contesta “porque Juan la bebió y se enfermó”. Y si le dicen “¿Por qué flota la pelota?”, responde “porque  la tiré y flotaba”

El niño analiza y sintetiza mientras hace: necesita ver. No puede planear porque no relaciona el pasado y el futuro.

La clave al pasar de niño a adulto es que el maestro en  la escuela  le enseñe a conectar la teoría con la práctica,  el texto con el contexto. Lo que debe hacer  es plantearle problemas que lo guíen y cuya solución deba perseguir para aprender a pensar con un fin determinado superando la tendencia a perderse en los detalles.

Crecer requiere enfrentar dificultades; es formarse resolviendo problemas. Pero para darle flexibilidad y movilidad al pensamiento, hay que aprender a pensar por uno mismo, a tomar conciencia de los actos, a poder explicarlos y fundamentarlos.

Como la  sociedad es el reflejo generalizado de la educación que se recibe, si no estamos conformes con la productividad que tenemos la solución sistémica es  cambiar el modo en que educamos a los niños, lo que implica que  para hacerlo bien, primero hay que reeducar al adulto.

Hay que tomar  conciencia que somos el resultado del legendario proceso de la historia, en el cual no podemos ser espectadores sino protagonistas; porque el niño es el padre del hombre.

* El Dr Horacio Krell, es el director de ILVEM. Consultas en horaciokrell@ilvem.com.ar.

 

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