Buen oído

                                   EL ARTE DE LA MOTIVACIÓN * por Horacio Krell

 


 

BUEN OÍDO

 

El buen oído es un valioso activo invisible  y una herramienta vital para optimizar la inteligencia emocional, el capital social y el rendimiento personal.

 

¿Cuál es el mayor poder de hombre? La carrera por alcanzar las competencias tecnológicas hizo perder de vista a las competencias genéricas que las sostienen. El buen oído es una competencia genérica de alto valor estratégico. Para evitar el mal de la indiferencia hay que saber que  "no hay peor sordo que aquel que no quiere oír". Y el que no es escuchado no participa ni se compromete con los fines que se desean promover.

 

No tiene la potencia de ciertos animales, no nada bajo el agua como el pez, no vuela como el pájaro, no cambia de colores como el camaleón, requiere de sus padres para sobrevivir; pero gracias a la aptitud inimitable de tallar el alfabeto en el cerebro y por la magia de la palabra,  la indefensa criatura humana se convirtió en el dominador del planeta.

 

El empobrecimiento de la comprensión. El hombre primitivo manejaba palabras concretas y simples, podía llevar a su mente imágenes de objetos pero no abstracciones como poder, sabiduría,  legitimidad. El hombre moderno podría hacerlo pero es inducido a sustituirlas por imágenes que vacían de contenido a los conceptos. Así el homo sapiens se convierte en homo videns y es manipulado sin que tome conciencia. Porque una urna no es la democracia, ni un desempleado cartonero. Las simplificaciones impiden pensar sobre las causas de los sucesos y darse cuenta es la condición necesaria de la escucha eficaz.

 

Dos orejas y una lengua.  Se puede hablar sin decir, oír sin escuchar, atender  para retrucar, para ignorar o para fingir que se atiende. El buen oído  mejora la calidad de la conversación. Si tenemos dos orejas y  una sola lengua apliquémoslas  para escuchar el doble de lo que decimos. Sólo el 7 % de la comunicación es verbal, las emociones reflejan tonos y ademanes que se detectan más por lo que se hace que por lo que se dice.

 

Simpatía, Empatía, Sintonía. No basta con simpatizar. La empatía es el valor agregado de sentir lo que el otro siente, saber lo que le pasa, detectar incongruencias. La empatía provoca la sintonía que lleva al altruismo, a la destreza social y al liderazgo.

 

¡Qué placer es estar con alguien así!. Los hombres son actores del libreto que la cultura les permite. Pueden minimizar, exagerar o disfrazar. La inteligencia emocional incrementa el poder de de influencia porque permite realizar el identikit auditivo con el buen oído y luego contagiar el entusiasmo, resolver conflictos y meterse a la gente en el bolsillo.

 

Una ética para la disputa. Hay diálogos entre sordos o por intereses generadores del doble discurso entre pensar y decir, y de modelos defensivos que reprimen la verdad. Tomar conciencia facilita el diálogo constructivo, coherente y verificable. Porque más allá de la verdad están los deseos del hombre de autoestima, confianza, competencia y realización.

 

Saber escuchar la voz de la gente. No tener buen oído para la demanda de crecimiento, no rebajar la brecha digital, no capacitar; impide a la gente recibir el diferencial simbólico de la apropiación tecnológica. La crisis es una excusa para la falta de políticas.

 

Conócete a ti mismo. Sócrates fue hijo de una partera y  partero de las almas. Preguntaba: ¿qué es la belleza?: y refutaba con preguntas, ¿ qué hace que lo bello sea bello?. Las respuestas eran cada vez más breves hasta que el otro reconocía su ignorancia. Sócrates dijo "sólo sé que no se nada", era partero de ideas pero no podía dar a luz: cada persona lo hacía "conociéndose a sí mismo".  Hoy el acceso está obstruido por conflictos no resueltos. El buen oído de la voz interior permite saber lo que se quiere, que es la base de la motivación.

 

Aprender a escuchar. Quien no escucha vende productos, el que escucha vende soluciones. Las mejores empresas son las que tienen buen oído del cliente y con la información que reciben crean y transmiten  mensajes efectivos. Este aprendizaje es progresivo: reproducir el contenido, decirlo con otras palabras, descifrar emociones, sintetizar. El sonido más melodioso  para el oído humano es el nombre propio. Hay que demostrar el interés con feedback, repreguntando, mirando a la cara, tomando notas. La clave es no dialogar con uno mismo mientras el otro habla. Saber escuchar para construir  redes de comunicación, redes de expertos, redes de conocimientos y  redes de confianza. 

 

Poner la oreja.  La sensibilidad crece en estado de calma. La credibilidad aumenta al entregarse al otro, la influencia viene después. El buen oído no juzga, crea el silencio que conecta la mente profunda, responde con responsabilidad y maneja las emociones. 

 

Se recuerda el 5% de lo que se escucha, el 20% de lo que se ve y el 90 % de lo que se hace.  

 

Para que lo que entre por un oído no se escape por el otro, hay que escuchar activamente, con entusiasmo, haciendo de la escucha un acto. 

  

¿Cómo preguntan los que saben preguntar. Volvamos al maestro del buen oído: Sócrates lograba el milagro de procrear el conocimiento.  Cuando la lógica  paralizaba el pensamiento, de su pregunta inductora el alumno extraía el conocimiento de sí mismo. 

  

Saber escuchar es conocer  al interlocutor como para saber internamente que: 

 

"Lo que tú eres resuena tan fuerte en mis oídos que no puedo escuchar lo que me dices". 

 

* El autor, Dr. Horacio Krell, dirige a ILVEM. Consultas a horaciokrell@ilvem.com.ar.

 

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