IDENTIDAD
Identidad es la respuesta a las preguntas quién soy, qué soy, de dónde vengo, hacia dónde voy. Pero el concepto de identidad apunta también a qué quiero ser.
La identidad depende del autoconocimiento: ¿quién soy, qué soy, de dónde vengo?; de la autoestima: ¿me quiero mucho, poquito o nada?; y de la autoeficacia: ¿ sé gestionar hacia dónde voy, quiero ser y evaluar como van los resultados?
El autorretrato de la identidad. El ojo interno de la mente crea la identidad con la información que proviene de la experiencia en un proceso que dura toda la vida. Al responder a la sugerencia Socrática: Conócete a ti mismo y conocerás el Universo, la mente refuerza la identidad interconectando experiencia, vocación y filosofía de vida.
Efecto Pigmaleón. Pigmalión fue un rey que se enamoró de la estatua que había realizado. Logró que una diosa le diera vida y se casó con ella. Tuvieron un hijo pero ella tenía un corazón frío (de piedra) y una mente vacía, por lo que se separan. La moraleja es que la expectativa tiene más poder sobre la identidad que el pasado: si el deseo es grande el obstáculo se vuelve pequeño. Pero la profecía que se cumple requiere una autoestima alta.
Pérdida de identidad. Si no se resuelve bien la crisis de identidad se puede aceptar una identidad creada por los padres, los amigos, o la autoridad. La falsa identidad pone en contradicción actos, pensamientos y emociones, elimina la pasión y rebaja la autoestima.
Crear la identidad. Para afirmar la identidad la educación debe sacar de adentro el potencial que traemos al nacer. El cerebro es una página en blanco a completar con el saber y la experiencia, que construye su realidad con las limitaciones de su sistema perceptivo.
Solipsismo. Es la creencia que sólo uno existe y lo que experimenta es parte de su mente. Como el solipista confiamos demasiado en la percepción y nos equivocamos. Por el absurdo se puede demostrar la falacia del solipismo: cualquiera podría pensar que es el ombligo del mundo. Hay otro punto de referencia que es la identidad. La primera noción de identidad es temporal. Descubrimos que pese a los años somos los mismos. Iguales, pero distintos a los demás. Esta comparación refleja la noción de identidad en el eje espacial.
"Conócete a ti mismo". La libertad es la capacidad de seleccionar actos conscientes. Pero si mi racionalidad es limitada, cualquier observador puede ver otra realidad. Al elegir la identidad sobre la diferencia, admitimos el pluralismo y el principio de relatividad.
Logro de Identidad. Construir identidad consume energías hasta que al final se convierten en el logro. Caer en la falsa identidad es fácil: asumir como propios planes ajenos, eludir el compromiso, como una hoja arrastrada por el viento o cambiar de colores según la ocasión, como el camaleón, diferir la resolución de la crisis produce parálisis por exceso de análisis.
Cultura e identidad. Mentalidad de empleado. Se puede esperar poco de una sociedad donde priva la conveniencia sobre la autorrealización, sálvese quien pueda sobre los valores. La cultura establece directrices; un poder central fuerte, articula la identidad según la distancia con el centro. La cultura de la función crea identidades: soy contador, abogado, obrero. La cultura de la tarea acentúa el proyecto y cuando este concluye sobreviene la desorientación. La cultura del individuo como centro de todo, es la categoría del consultor.
Crisis. Al tomar conciencia se puede modificar, al detectar valores obsoletos o que interfieren en los planes se pueden cambiar. La identidad empieza en la infancia, y se afirma en la adolescencia con crisis y compromisos. La crisis termina con la selección de la identidad. El compromiso es involucrarse en actividades compatibles con la elección.
Test de identidad. La calidad depende del contenido del compromiso, de su intensidad y de la extensión de la exploración. Abarca filosofía de vida incluyendo religión y política, relaciones familiares, con amigos, escuela, ocupación futura y del tiempo libre, destrezas personales, relaciones intimas. El logro se revela en el ejercicio práctico de la identidad.
Trampas comunes. Dispersión, falta de foco. Nos hacen sucumbir a la sobrecarga de estímulos e información que intentan atrapar nuestra atención, con ofertas que nos desvían del rumbo, o nos convencen de atender falsos problemas.
Falta de dirección. Es no saber qué hacer a continuación al cambiar de trabajo o jubilarse. La dirección se logra inventando futuros, observando los pequeños placeres aparentemente desviados pero que pueden ser las semillas de cambios futuros.
Exceso de flexibilidad. No conviene volverse adicto a la novedad por sí misma y a la respuesta rápida y superficial. No se logra una identidad fuerte sin cierta estabilidad.
Modelos de identificación. Hoy la identidad no está en el territorio por la globalización, ni en los viejos valores por la omnipresencia del consumo. Se perdieron los grandes relatos que brindaban racionalidad y visión holística a los que se aferraba la identidad individual. La democracia es formal: iguales como ciudadanos -un hombre, un voto-, desiguales como consumidores. Una mayoría de perdedores aplaude el discurso de los ganadores.
Los nuevos disvalores. Perder la brújula generó pensamiento light, relativismo, doble discurso, violencia, no creer en la justicia ni en la política, fin de la solidaridad, fundamentalismo del consumo, buscar la satisfacción inmediata, vivir el momento y a la moda, falta de oportunidades laborales. Hasta la cultura se transformó en industria.
Antes y ahora. Antes la identidad personal se basaba en la autonomía, en compartir anhelos con el grupo de pares; en acceder a una sexualidad plena, a lograr una inteligencia abstracta, a la esperanza de concretar los sueños. Hoy la adolescencia se extiende pese a la maduración temprana por las barreras el empleo. Muchos jóvenes no estudian ni trabajan, y no tienen futuro. Las exigencias de belleza, cuidado del cuerpo, moda, se atienen al parecer físico, dificultando establecer vínculos satisfactorios y plenos.
El otro se reduce a la mera necesidad de estar para confirmar nuestra imagen.
La sociedad de consumo. Cada sociedad tiene los medios para bañar al sujeto en sus paradigmas. No hay patologías sin sujetos, pero tampoco sin historia. Los jóvenes no tienen modelos en los cuales creer. Ante su ausencia se estimula la ilusión de una juventud como valor que choca ante la autoevidencia de los hechos, y aumenta la sensación de frustración e inseguridad. El consumo es un valor egoísta, la señal de éxito y el caldo de cultivo de adicciones y de la violencia para alcanzarlo simbólica o materialmente. La publicidad empuja hacia la moda pero la sociedad de consumo, marca diferencias y jerarquías. La gente debe integrarse al consumo, por las buenas o por las malas.
La nueva identidad. La situación actual requiere que reinventemos nuestra identidad reinventando nuestras relaciones pensando, diciendo y haciendo para que los demás compartan este cambio. El ciberespacio, mundo paralelo a la realidad cotidiana, abre perspectivas para inventar identidad. El efecto Pigmalión ejemplifica que podemos crear un mundo mejor armonizando entre nosotros y con el medio ambiente, reforzando la idea de un correcto propósito, a pesar de los antivalores. Si tu puedes, yo puedo. Un ejemplo: En una escuela se hizo un test de inteligencia. Sin motivo se separó al 20% y se dijo a los docentes que eran superiores y ellos mejoraron en 4 puntos su coeficiente sobre el resto.
Yo soy el que seré. Para que la identidad no sea un sueño y evitar que ocurra lo que dijo Rousseau: el hombre nace libre y sin embargo por todas partes se lo encuentra encadenado, hay que adquirir una metodología que enseñe a desarrollar el potencial, a conocer y usar la totalidad de los recursos naturales, a dominar los mejores métodos, a elegir los mejores proyectos y modelos, a convertirnos en arquitectos diseñadores de nuestro propio destino.
* El Dr Horacio Krell, es el director de ILVEM. Consultas en horaciokrell@ilvem.com.ar.
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