MONEDAS QUE FAVORECEN EL TRABAJO
Hay monedas que favorecen el trabajo y otras que lo limitan, debemos unirnos para que las nuevas y las viejas monedas se unan estratégicamente para promover el bienestar.
La paradoja actual es que hay mucho trabajo por hacer pero poco empleo. En realidad el empleo (job) nació con la revolución industrial, como una puerta para conseguir dinero trabajando para otros. El trabajo (work), se hace por placer, pero es una excepción que uno haga lo que le gusta, pese a que los que aman lo que lo hacen sobresalen de la media.
¿Y por casa cómo andamos? Usted puede saber en qué medida se acerca a job o work contestando esta pregunta: ¿seguiría haciendo lo que hace si tuviese mucho dinero?
Sepa también que el que no hace lo que le gusta se siente mal. Repasemos el problema: hay gente capacitada para trabajar pero está desempleada. La escasez de empleos y trabajos se debe a la falta de dinero o inversión. Las monedas que favorecen el trabajo pueden aportar la solución.
El fin del empleo. El desempleo se oculta en la desocupación disfrazada, bajos salarios o planes trabajar. Aun en Japón - la cuna del empleo de por vida- es una especie en extinción. Es que la reingeniería orientó el trabajo a partir de la informática, el resultado es que se pierden millones de empleos por año, que no se recuperan con los nuevos.
Ocurre que cada vez se vende más pero con menos gente, y que los despidos ya no son por crisis sino que son decididos estratégicamente. Además no se usan los criterios tradicionales de contratación: experiencia, referencias y educación, los roles son rotativos, de equipo, el contratado resuelve problemas pero no es dueño de su puesto de trabajo.
Para disminuir su dotación y optimizar su estrategia las empresas tercerizan (contratan afuera), deslocalizan (en otros países) y precarizan (socialmente lo peor). Empresas como Manpower dan trabajo temporario, se rompe el vínculo de fidelidad empleador-empleado.
En 1800 el 80 % de la gente se dedicaba a agricultura, en 1900 el 48%, en 1950 el 12% y hoy un 3%; sin embargo con eso alimentan al mundo. Esto marca la tendencia del futuro.
La teoría que al despido sigue un nuevo empleo, no se cumple en la era del conocimiento. Antes el agricultor podía fabricar autos y todavía ganar más, ahora el especialista no sabe hacer otra cosa, y la gente tarda en reubicarse o no puede reciclarse. Sin empleo no hay dinero en los hogares y se revierte el círculo virtuoso de Fordismo: "fabricar autos tan baratos que sus obreros puedan adquirirlos".
Para quien se identifica con su empleo, hasta siendo nombrado por su profesión, perder el empleo puede significar perder el sentido de su vida. Exclusión, depresión o violencia, temor al desocupado, chivos expiatorios; son las consecuencias más peligrosas.
Monedas que favorecen el trabajo o la opresión del dinero. La economía monetaria lleva a una encerrona, el dinero es una cárcel para la imaginación. La solución es la apertura. La mente como el paracaídas, sólo funciona cuando se abre. ¿Podríamos crear monedas que favorecen el trabajo con las cuales job y work fuesen lo mismo?. Mientras que el sistema monetario basado en la competencia produce capital financiero, las monedas complementarias basadas en la cooperación generan capital social. Estas monedas surgieron siempre que la inflación o la falta de dinero dejó a las comunidades sin medios para intercambiar, mientras los gobiernos se dedicaban a salvar al sistema monetario antes que a la economía real. Como el dinero no es más que un acuerdo para aceptar algo como medio de pago la gente se ingenió para crearlo y poder intercambiar: colas de conejo en Texas en 1936, conchillas marinas o discos de madera en California en 1933. Sin embargo las monedas que favorecen el trabajo fueron abolidas siempre bajo el peso de la ley y las ideas centralizadoras que llevaron a la segunda guerra mundial.
¿Cómo solucionar el problema del trueque bilateral, si las dos partes no pueden compensar sus necesidades y aportes? Las monedas complementarias solucionan los temas que el trueque directo y la moneda convencional no pueden encarar. Al personalizarse promueven la reciprocidad y la cooperación llegando hasta la donación en lugar de los intereses financieros y la competencia despiadada que promueve el sistema monetario.
Las monedas complementarias no han sido borradas del mapa de la tierra y regresan ante las crisis recurrentes del sistema. No requieren impuestos ni asistencialismo. Crean riqueza por asociación, no reparten la torta. La función empresarial también está presente. Empresas y profesionales compran con su producción y venden de la misma manera, sin usar moneda convencional ni el crédito financiero. El volumen es variable, en una próxima nota estudiaremos el WIR en Suiza, un sistema complementario que reúne a 100.000 personas que intercambian miles de millones de dólares sin dinero, simplemente con monedas que favorecen el trabajo.
http://www.heloisaprimavera.com.ar/redlases/HTML/Riqueza,%20dinero%20y%20poder.doc
http://www.chilka.com.ar/html/chilka/c-social/prometeo/prom04.htm
Uno de los problemas iniciales del mercado libre es que ha sido presentado como un juego. Pero, ¿como un juego con reglas (en inglés «game») o como un juego libre (en inglés «play»)? (Duvignaud, Jean). El mercado es evidentemente un juego con reglas internas sin las cuales, tomado como un juego libre, no funciona. Pero, la ambigüedad de llamarlo «mercado libre» hace que toda regulación del mercado provoque reacciones entre los «liberales». Existe aquí un malentendido gravísimo. El mercado tiene unas reglas internas que pueden ser modificadas para procurar mayor eficiencia en la producción y distribución de la riqueza. La falta de explicitación y de concreción de estas reglas -tomando el mercado como «play»- ha hecho intervenir a los perjudicados por este juego, que han negado todo juego porque sólo era «libre» para algunos de los grandes del mercado, para los más poderosos.
El sueño de la planificación centralizada es que el Estado -que es el representante de la comunidad, especialmente de las mayorías desfavorecidas por el libre juego del mercado-, sea una única empresa, mucho más racional que la lucha entre empresas dentro el mercado. No es necesario jugar. La economía es muy seria y debe ser tratada con la seriedad de un cuartel militar.
Entre el «juego sin reglas» y la «destrucción de todo juego» hay otro camino que es definir el mercado como un juego reglado, como un «game». Las reglas de este juego han favorecer la máxima racionalidad, pero a su vez la máxima creatividad; la máxima libertad, pero al mismo tiempo la máxima responsabilidad. Estas reglas han de definir el límite de lo que es mercantilizable y de lo que no lo es (lo que es comunitario, aquello a lo que no es posible poner precio... lo que es juego libre «play», lo que Kant llamaba finalidad sin fin: el arte, la literatura, la relación humana, la comunicación, la cultura...).
Ahora bien, todo «game», juego con reglas, necesita un sistema de información del desarrollo del propio juego y un buen arbitraje para resolver los conflictos. El mercado libre consideraba que la información se daba libremente en el mercado mismo -en la plaza, que es donde se establecen los precios. Y que los Tribunales tenían que resolver los conflictos. La planificación centralizada confiaba en un complejo sistema informativo que tenía que ser llevado a cabo por la banca nacionalizada, en la que unos cuantos millones de funcionarios del partido tenían que recoger la información de ofertas y demandas y racionalizarían la gran empresa única.
La sensación que tenemos es que ninguno de los dos modelos teóricos, ni ninguna de sus aplicaciones prácticas, han resuelto bien el problema, al menos en la complejidad creciente de las sociedades occidentales actuales.
Ambos sistemas no tienen resueltas ni la información ni la resolución de los conflictos surgidos en la aplicación de las propias reglas -más o menos explícitas- que se han impuesto.
Repasemos la propuesta. Con un sistema monetario factura-cheque únicamente se socializa la información y, con este hecho, el mercado puede reaccionar constantemente para equilibrar y optimizar la producción según la demanda. Pero, para socializar la información es preciso, necesariamente, centralizarla, ya que se necesita ver las magnitudes conjuntas, sectoriales y territoriales de la economía. Ahora bien, lo que se necesita centralizar y socializar no es la información personalizada sino, estrictamente, la información sobre el objeto y las circunstancias de la transacción (tipo de mercancía, lugar, día, precio). Dependiendo de la complejidad y amplitud del mercado, el procesamiento de esta información sería muy voluminoso y costoso. Pero hoy disponemos de unos medios que Lenin no tenía y que se están implantando muy por debajo de sus posibilidades en lo que se refiere a facilitar el equilibrio económico y la mejora del mercado. Estos medios no son otros que el dinero electrónico o la moneda telemática. De las posibilidades y peligros de su uso, trataremos más adelante
http://www.pangea.org/~jbardina/epddes09.htm dinero factura
* Dr Horacio Krell. Director de Ilvem. Secretario de rel. internacionales de UAF Unión Argentina de Franquicias y Propulsor de UP Unión de Permutas. Consultas en horaciokrell@ilvem.com.
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