EL ANCLAJE
El anclaje es una técnica diseñada para acceder a nuestros mejores recursos o a los estados deseados en el momento en el cual los necesitemos.
El reflejo condicionado. Es común que ante una comida apetitosa empecemos a salivar o con sólo hablar de comida se nos haga agua la boca. Pavlov, médico ruso, observó que a su perro les bastaba oír los pasos de la persona que le traía la comida para salivar.
Pavlov se preguntó si cualquier otro estímulo, por ejemplo el sonido de una campana, podía provocar la salivación. Tras varios días repitió la secuencia sonido de la campana-presentación de la comida, el perro comenzó a salivar sólo con escuchar el sonido de la campana, aunque no hubiera comida.
¿Cómo se puede extender esta experiencia a los seres humanos?
Gran parte de nuestras conductas se aprenden por condicionamiento, al descubrir que lo que hacemos tiene consecuencias positivas o negativas y somos capaces de anticiparlas y modelar nuestra conducta.
Por ejemplo, sabemos que si no aprobamos la materia, sentiremos insatisfacción y aunque nuestra tendencia natural nos alejara del estudio, modificamos nuestra conducta para lograr resultados más satisfactorios.
El anclaje a los mejores momentos
Nosotros podemos igual que hizo Pavlov condicionarnos para mejorar nuestro rendimiento. Se trata de cambiar cómo nos sentimos cuando no estamos conformes con nuestros sentimientos mediante un estímulo previamente seleccionado y practicado para generarlo.
Ejemplo: cuando se quiere estimular a un grupo en una fiesta patria el himno o la bandera suelen ser los estímulos necesarios para provocar la intensidad requerida.
En nuestra vida el anclaje se instala muchas veces por azar o impuesto desde afuera, ya sea por la costumbre, por la publicidad o por los políticos.
Lo mejor que podemos hacer es desterrar los anclajes negativos y retener y generar los positivos. La técnica del anclaje consiste en observar o provocar el estado deseado, asociarlo a un estímulo, que una vez memorizado permitirá reproducirlo cuando se lo requiera.
En el punto culminante en el que la intensidad del estado es máxima, se presenta el estímulo exclusivo, y se lo repite tantas veces como sea necesario.
Por último se lo pone a prueba.
Ejercicio de anclaje: recuerde o cree usted mismo un estado deseado, en su punto de máxima intensidad intercale el estímulo, repítalo hasta que queden perfectamente asociados, repáselo, póngalo a prueba en situaciones diarias.
Un mismo anclaje bien elaborado puede utilizarse en diversas situaciones, por el principio de que el éxito llama al éxito. Instalar estados es parecido a instalar el software nuevo que compramos para nuestra computadora.
Para calibrar o modificar un estado es fundamental considerar todos los aspectos, mirada, voz, sensaciones internas, postura, respiración, color de la piel, postura, etc.
Colapasar o comparar imágenes permite eliminar las negativas, porque el cerebro asume por lo general el ángulo positivo.
Ejemplo: Crear o transferir al puño derecho la imagen positiva, luego al izquierdo la negativa, posteriormente igualar vertiendo el contenido del derecho sobre el otro observando luego el cambio.
La etapas del anclaje
Primero: Recordar un momento en la vida en que actuamos de un modo excepcional y que nos gustaría repetir en cualquier situación nueva.
Segundo: Revivir con todos los sentidos la experiencia hasta sentirla intensamente. Esto implica ver, escuchar, sentir , etc, en plenitud.
Tercero: Buscar un lugar en el cuerpo donde guardar esa experiencia, por ejemplo en la oreja derecha.
Cuarto: Poner un dedo sobre la oreja derecha para instalar el ancla. Con los ojos cerrados se debe percibir la experiencia en un estado de concentración durante algunos segundos.
Quinto: Control de calidad. Probar diariamente si al colocar el dedo en la oreja se reproduce la experiencia, en caso contrario se debe calibrar hasta lograrlo.
Sexto: Un ancla exitosa es el comienzo, se pueden sumar muchos más recursos para tenerlos disponibles cuando la situación lo requiera.
Aprender a anclarse uno mismo a los mejores momentos y a las mejores respuestas es aprender a obtener los recursos de una batería interna que se recarga con cada experiencia.
Aprender a usar el cerebro es mucho mejor que dejarlo en piloto automático porque le podemos dar una dirección. Como dijo Séneca: no existen vientos favorables para el que no sabe a qué puerto quiere llegar.
* Dr Horacio Krell. Director de Ilvem. Secretario de rel. internacionales de UAF Unión Argentina de Franquicias y Propulsor de UP Unión de Permutas. Consultas a horaciokrell@ilvem.com.
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