LA CAJA DE PANDORA
Cuando abrió la caja que se haría famosa como la caja de Pandora, dejó escapar todos los males que asolan a la humanidad. Pero se dio cuenta a tiempo y logró atrapar los antídotos contra todos esos males: la esperanza y el optimismo: “creer que se tiene la voluntad y los medios para alcanzar los fines, por sobre la creencia de que todo saldrá bien, tener la capacidad de motivarse, de sentirse hábil para alcanzar las metas, de pensar que las cosas malas van a mejorar y de poder reducir tareas complejas a fragmentos manejables”.
El optimismo no es pura ingenuidad o fantasía, es interpretar a favor la realidad entre la amenaza y la oportunidad. Si el barco se hunde hay que buscar recursos para ponerse a salvo. Ver el vaso medio lleno o medio vacío es un hábito reeducable. Se puede aprender a ver lo positivo identificando los pensamientos negativos y cuestionándolos.
Darse cuenta. La caja de Pandora nos muestra que ver el pensamiento negativo es un buen comienzo, ser consciente de que existe. Antes se estudiaban las debilidades humanas, hoy se buscan las fortalezas. Por ejemplo, la actividad física mejora el estado de ánimo. Potenciando una fortaleza se logran mejores resultados que superando debilidades. Resiliencia es la capacidad para atravesar circunstancias difíciles y salir fortalecido de ellas.
Tomar distancia. Hay que alejarse de la versión pesimista hasta verificar su certeza. Es un diálogo interno acerca de la prueba y de analizar las opciones, derivaciones y beneficios de sostener la creencia pesimista, la que suele ser un obstáculo para el bienestar. Los sucesos tienen antecedentes varios, pero el pesimista se aferra a la explicación más negativa. Anclado a lo inconsciente descarta el valor de lo consciente que es lo que sí puede manejar.
Ser feliz. La felicidad demanda tomar conciencia y hacer algo. El autoconocimiento debe ir de la mano de la autogestión. La capacidad de perdonarse los errores cometidos debería integrar programas de prevención, hablar y reflexionar sobre ellos genera valor.
Alcanzar un nivel de vida que cubra las necesidades básicas e inclusive tener más dinero, no son el pasaporte a la felicidad, lo que se refleja en las tendencias depresivas que se encuentran instaladas en las sociedades económicamente florecientes pero vacías espiritualmente.
Tres tipos de felicidad: La vida placentera, la vida buena y la vida con sentido. Para alcanzar la primera debemos disfrutar de los placeres, recordarlos, y hacernos más conscientes. El segundo es el estado de flujo, es encontrar los talentos, y ponerlos a nuestro servicio. Fluir es realizar actividades complejas, avanzar con concentración plena, y sentir que tenemos el control. Cuanto más “fluimos” más felices somos. Martin Seligman ejemplifica con el jugador de bridge. “El promedio de edad es de 70 años, una época de la vida en que es frecuente sentir molestias físicas. Sin embargo, ninguno de ellos se queja mientras juega. Están absortos en lo que hacen, se olvidan de todo.” La vida con sentido es hallar el propósito, el servicio a los demás, y lograr una felicidad más profunda y duradera.
La caja de Pandora se abrió para mostrarnos todos los peligros que nos acechan pero la esperanza y el optimismo siguen siendo los mejores antídotos contra todos los males.
* Dr Horacio Krell. Director de Ilvem. Secretario de rel. internacionales de UAF Unión Argentina de Franquicias y propulsor de UP Unión de Permutas. Consultas horaciokrell@ilvem.com.
Ilvem es una entidad educativa cuya misión es el desarrollo de la mente humana en el marco de la teoría de las inteligencias múltiples (espiritual, emocional, intelectual, creativa, artística, estratégica, corporal, social, comercial, comunicacional y digital).
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