SOÑAR NO CUESTA NADA
Si lo puedes soñar, lo puedes hacer, dijo Walt Disney. La creatividad es la capacidad de la mente para producir algo nuevo (conviene además que tenga valor). En un programa informático de ajedrez, por ejemplo, cada jugada posee “su espacio de búsqueda”, pero tiene como límite las reglas del juego. El alfil sólo puede moverse en diagonal. Acostumbrado a una manera de hacer, el hombre limita sus espacios de búsqueda porque repite las conductas exitosas y los hábitos placenteros. ¿Cómo podría ser más creativo?: debería cambiar las reglas que siempre ejecuta atendiendo a la irrupción del inconsciente que se manifiesta en actos fallidos, lapsus linguales y en los sueños. Además soñar no cuesta nada. Así fue como Arquímedes descubrió la idea que le hizo gritar ¡Eureka! (lo encontré) al despertar en la bañera. Al sumergirse el agua desbordó y dedujo que los cuerpos reciben un empuje igual al líquido que desplazan.
Un cambio en la base de la pirámide permite aflorar a las nuevas ideas. Freud dijo que la herejía de una época es la ortodoxia de la otra, es decir, que los parámetros de la civilización en la que nos toca vivir terminan organizando nuestro pensamiento. Condicionarse a lo habitual impide, por lo tanto, explorar las combinaciones de ideas y sus asociaciones: la mente es un sistema más complejo que cualquier otro modelo computacional.
Un partidario de que soñar no cuesta nada fue el químico alemán August Kekule quien mostró el papel generador del inconsciente en el descubrimiento científico. Investigando la estructura de la molécula del benceno, aunque tenía gran experiencia, sus combinaciones no lograban el resultado deseado. Una tarde se quedó dormido y soñó que los átomos saltaban delante de sus ojos. Su ojo mental, agudizado por las repetidas visiones de este tipo, podía distinguir estructuras mayores, con formas diversas; largas filas agitándose con un movimiento parecido al de las serpientes. Pero, de pronto una de las serpientes tomó con la boca su propia cola dando vueltas violenta y burlonamente. Como el resplandor de un relámpago, esta visión lo despertó y pasó la noche desarrollando la hipótesis del anillo del benceno – que probaría luego que la molécula era una circunferencia.
Este descubrimiento dio comienzo a la química orgánica. ¿Cómo llegó la solución? Kekule suponía que la molécula debía ser una cadena abierta; no podía verla cerrada, fue allí donde su inconsciente hizo surgir el pálpito de que estaba ante algo significativo: pensó que si variaba el comportamiento de los átomos alteraría el de los átomos vecinos. El espacio de búsqueda de la química anterior no se le permitía, pero en la mente está el principio de que lo contrario es posible; que se puede modificar la receta de más de lo mismo, por reglas mejores. Como vemos soñar no cuesta nada.
También se puede soñar despierto. Alexander Fleming descubrió penicilina observando la acción antibiótica de ciertos hongos cuando una de sus placas de cultivos fue contaminada por estos microorganismos. Se puede distinguir el azar psicológico o encuentro fortuito de dos ideas del azar exterior, pero poseen un factor en común: lo que parece casual es resistencia al automatismo y actitud soñadora. Como dijo Pasteur el azar favorece sólo a las mentes preparadas.
Un sueño diurno o nocturno es el cruce de sucesos, experiencias, conocimientos y deseos. Pueden interpretarse o intentar obtener un resultado. Para eso hay que prepararse, adoptando el estado receptivo óptimo. Alcanzado el relax, hay que introducir en la mente el problema a resolver justo antes de dormir; clarificando el objetivo, cargando los estímulos adecuados y pidiendo al sueño que actúe. Si el estímulo es fuerte y el deseo grande - mientras la mente conciente descansa- se desarrollará la novela informal del problema, que mezclará todos los datos.
En esta instancia el sueño está dirigido por el inconsciente. Como los sueños transportan deseos reprimidos que no acceden naturalmente a la conciencia, hay que analizarlos a posteriori. Al despertar, hay que anotarlos ya que los sueños, se olvidan o si pierden con gran facilidad.
Este registro hay que vincularlo luego con el problema. Para crear el mundo que queremos habitar necesitamos combatir a la rutina, de lo contrario, al cabo de un tiempo, nos encontraremos haciendo cosas sin saber por qué y perderemos el contacto con el propósito original.
Fabricar la realidad debe ser un objetivo estratégico. "Aprendamos a soñar, así podremos encontrar la verdad", sentenció Kekulé en 1890. Se trata de fabricar ideas y contactos; se trata de concretar nuestros propios sueños. Soñar no cuesta nada pero tiene un gran valor.
* Dr Horacio Krell. Director de Ilvem. Secretario de rel. internacionales de UAF Unión Argentina de Franquicias y propulsor de UP Unión de Permutas. Consultas horaciokrell@ilvem.com.
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