¿A qué profesional de la neurología no le gustaría acceder a una experiencia cerebral en vivo y en directo? La neuróloga Jill Bolte Taylor tuvo la oportunidad. En la mañana del 10 de diciembre de 1996 despertó para descubrir que tenía un desorden cerebral grave. Un vaso sanguíneo explotó en la mitad izquierda de su cerebro. En pocas horas se deterioró por completo: ya no podía caminar, hablar, leer, escribir, recordar y hasta perdió el autoconocimiento, se había convertido una niña en el cuerpo de una mujer.
Jill sabía que la persona normal distingue el sueño de la realidad mientras que el esquizofrénico se va en el delirio, ahora sentiría la experiencia cerebral en carne propia.
Accidente cerebral. Todo empezó con un dolor detrás del ojo izquierdo. Fue como si le hubiese dado un mordisco a un helado sacado del freezer. Como el dolor era intermitente creyó que pasaría tan rápidamente como apareció. Así que se embarcó en su rutina. Pero de pronto, mientras se subía a la máquina de gimnasia, observó que sus manos no eran manos, eran garras. Y entonces miró su cuerpo. Que cosa tan rara soy, se preguntó. Decidió ducharse y mientras avanzaba con pasos estudiados, trastabilló apoyándose contra la pared. Notó que no existían límites entre su cuerpo y la pared. Su cuerpo no tenía comienzo ni fin, era una constelación de átomos y moléculas. Ella era energía sin forma. En ese momento se hizo el silencio. Como le era imposible distinguir los límites se sintió como un genio recién rescatado de su botella. Y su espíritu viajó libre como una gran ballena en un mar de euforia silenciosa. No había manera de meter esa enormidad dentro. Se sentía formando parte del todo. La magnificencia de lo que la rodeaba la sumió en un éxtasis absoluto hasta que escuchó una voz interior.
La voz interior. De pronto la voz regresó y dijo: tenemos un problema, busquemos ayuda. Así tomó conciencia de que tenía un ataque cerebral, su brazo derecho estaba paralizado, pensó: que bueno, un científico estudiando una experiencia cerebral en su cerebro, quiso telefonear pero olvidó el número, buscó una tarjeta pero no podía leer, así que copio cada garabato y llamó, el que recibió su llamada mandó una ambulancia..
Había tardado 45 minutos en recorrer las tarjetas, como la conciencia iba y venía usó su brazo muleto para tapar los números marcados, sólo escuchaba y emitía un zumbido “woooo”, sintió que su espíritu se rendía y quedó suspendida en dos planos: uno sentía el dolor, la luz que la quemaba y un sonido infernal, en el otro visualizó gente que puede pasar a la parte derecha de su cerebro, y ese sentimiento la alivió.
El fin de la experiencia cerebral. Poco después los cirujanos le arrancaron del lado izquierdo un coagulo del tamaño de una bola de golf. Pasó nueve años sometida a agotadores ejercicios de rehabilitación. ¿Pero porqué había tenido esa visión de un universo no fragmentado? ¿Cómo había alcanzado esa comunión espiritual?
Ahora Jill piensa que somos el poder de la vida en el universo, con ciertas habilidades y dos sistemas cognitivos, que podemos elegir quienes queremos ser y como estar en el mundo, querer concentrarnos en el hemisferio derecho y ser la fuerza vital, la energía pura que generan las 50 billones de moléculas que nos componen y ser uno con todo, o bien basarnos en la guía conciente del hemisferio izquierdo y convertirnos en seres únicos y separados. Si elegimos la paz del derecho, la proyectaremos sobre el mundo.
La explicación. Hay un gigante dormido más allá del territorio urbanizado por el lenguaje y la racionalidad. El cerebro está dividido en hemisferios asimétricos que resuelven cosas diferentes y tienen personalidades distintas. El derecho es un procesador en paralelo y su tema es la crónica del instante. Su estilo es sensorial (aprende a través del cuerpo) y su modo de expresión son las imágenes, que usualmente se despliegan en un collage de arte moderno. Para este lado el universo es único e indivisible y nosotros estamos inmersos allí, somos eso. Para el lado izquierdo en cambio existe la dicotomía. El izquierdo es un procesador en serie: piensa lineal y metódicamente, analiza detalles y ordena y organiza. Asocia lo inmediatamente registrado con la memoria y lo proyecta hacia el futuro y desarrolla una interpretación analítica de la realidad. En el lado izquierdo se desarrolla el monologo interior. Esa voz que dice: Yo soy.
Dos maneras distintas de pensar. El hemisferio izquierdo piensa en palabras que expresan conceptos, su modo de procesar es secuencial, un dato cada vez, paso a paso, su lógica es la lógica de la razón. En cambio el derecho funciona en paralelo con varios datos que recibe simultáneamente. Piensa en imágenes, su lógica es la emoción y su mayor capacidad es la de fabricar ideas. Los hemisferios se conectan por millones de fibras nerviosas. Pero esta comunicación física no tiene un correlato en la educación, el sistema educativo no enseña a usar el cerebro. Para mostrar esta falta de unidad Pascal dijo: el corazón tiene razones que la razón no entiende.
El último peldaño del progreso humano debe superar esa separación. Para eso hay que educar desde la escuela a que la página en blanco, que es el cerebro del niño al nacer, se modele para lograr una alianza estratégica en la que el todo sea superior a la sumatoria de sus partes. Consolidando esta etapa se podrá lograr el poder inteligente que reuniendo el querer con la eficacia haga de este mundo de conflictos ese lugar ideal para vivir que merecemos para nosotros y para los que vendrán.
* Horacio Krell. Director de Ilvem. Secretario de rel. internacionales de UAF Unión Argentina de Franquicias y Propulsor de UP Unión de Permutas. Consultas a horaciokrell@ilvem.com.
Ilvem es una entidad educativa cuya misión es el desarrollo de la mente humana en el marco de la teoría de las inteligencias múltiples (espiritual, emocional, intelectual, creativa, artística, estratégica, corporal, social, comercial, comunicacional y digital).
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