RELACIONES TÓXICAS * Por Horacio Krell
El cerebro social nació de la palabra que es el instrumento que permitió a los hombres comunicarse de un modo tan eficaz que ninguna otra especie pudo imitarlo a lo largo de la historia. Sin embargo, con el tiempo surgieron las consecuencias no deseadas del progreso: algunas relaciones humanas se convirtieron en tóxicas.
Las relaciones tóxicas envenenan el cerebro social, afectan la salud, la autoestima y hasta el derecho a la felicidad. El cerebro del niño al nacer es una página en blanco, su cerebro social estará condicionado por el tipo de relaciones que genere a lo largo de su vida. 7 inteligencias estarán a su servicio: verbal- lógica- espacial- musical- plástica – interpersonal e intrapsíquica. La inteligencia emocional es conocerse a sí mismo y al otro, conducir las relaciones, saber escuchar, resolver conflictos y crear empatía.
Sinergia social. El crecimiento individual y del cerebro social dependen del ambiente. El lazo social entre los individuos afecta al tejido social. Hay encuentros que potencian la energía y la alegría mientras que otros las rebajan. Sinergia es la interacción del todo con las partes, si las partes armonizan el todo las supera. Cuando la sinergia es positiva 1 más 1 puede ser 3 y si es negativa 1 mas 1 puede dar cero, como en el caso de las parejas en conflicto. Cualquiera puede generar conductas destructivas ocasionalmente, pero hay quienes las provocan siempre. Las personas tóxicas son hábiles para ocultar su patología y así trepar en la escala social y en los lugares de poder. Adolph Hitler o Ben Laden, lo hicieron
Tipos de relaciones. La relación ideal entre las personas es ganar-ganar: yo gano y tu ganas. La relación tóxica se manifiesta como ganar-perder o perder-perder. Confucio sugirió que al convivir con gente buena trates de imitarla, pero si convives con gente mala debes examinarte a ti mismo. El individuo tóxico no aprecia al otro, lo manipula por la asimetría de la relación o presentando sus decisiones arbitrarias como necesarias. Los que son manipulados acceden a este juego siniestro por diversas causas: Baja autoestima. Se preguntan: “sin esta persona, ¿Que sería de mi vida?” Salvadores. Otra fantasía predominante es que podrán cambiar a esa persona. Rol de víctima. Dicen: la vida me puso en esta encrucijada. No tengo otra salida. Necesidad de cariño. Toleran cualquier cosa: uso, abuso, egoísmo, maltrato, falta de respeto por un poco de cariño. Porque te quiero te aporreo. No soportar la soledad. Pagan cualquier precio con tal de estar acompañados. El aburrimiento. Intentan salir del hastío de una vida a la que no le encuentran sentido. Deseo de cumplir un rol social. Quieren ser esposos, madres, padres, amantes. Miedo a enfrentar la profesión. Sienten temor a encarar los desafíos de la vida.
Difíciles de superar. Los vínculos tóxicos son patologías difíciles de erradicar. El sádico disfruta haciendo sufrir y el masoquista disfruta de sus torturas. Ve la vida como una cadena de sufrimientos y no como un haz de oportunidades. Las personas fuertes buscan perfiles débiles y los débiles son atraídos por ellos. Así no tienen que decidir, se sienten protegidos y son como espectadores que no asumen riesgos. Pero el que no hace lo que debe lo pagará luego. Hay una ley ineludible: no hay deuda que no se pague ni plazo que no se cumpla. La deuda la contraen con su banco interno, es el que les presta la energía.
El test de las relaciones. Toda buena relación comienza con la inteligencia emocional. Si sembramos mensajes positivos, recogemos relaciones nutritivas. El radar que nos conecta depende de una brújula interior que interpreta las vibraciones. Las vibraciones negativas son: inseguridad, desconfianza, dependencia, falta de alegría, sentirse víctima, incongruencias, hostilidad, buscar el amor sin amarse a sí mismo. Las vibraciones positivas son de seguridad, autoestima, independencia, esperanza, aprecio a la vida, paz, felicidad, responsabilidad y capacidad de dar amor. Hay gente que no puede cambiar y la vida es corta para reiterar conductas fallidas. Aprendamos como funcionan esas personas tóxicas. El monologuista, sólo habla él, no escucha, es muy aburrido. El autorreferencial, sólo habla de sí mismo y provoca desinterés. Más peligrosos son los que nos aplastan, nos mienten y los que lucran con nuestras necesidades afectivas.
Catálogo de relaciones tóxicas. Se incluyen, entre otros, el parlanchín, el chismoso, el cortante, el culpógeno, el apuñalador, la víctima, el mediocre, el bromista, el matón rencoroso, el mentiroso, el entrometido, el fanático, el presumido, el competidor, el maniático del control, el envidioso, el acusador, el violento y el sabelotodo.
Claves para evitar relaciones tóxicas. 1- Identificar los síntomas que esa compañía nociva nos produce. 2- Quitarles su poder, escapar de ellas, no permitirles el acceso a nuestra intimidad. 3- Si se debe convivir con ellas, abstraerse mentalmente de su presencia y acciones.
Nadie está condenado. El cerebro tiene cambios asombrosos. La neuroplasticidad es la respuesta que el cerebro brinda al estilo de vida. Los que hacen siempre lo mismo obtienen los mismos resultados y traban su empowerment, el poder interior. Podemos cambiar un vínculo preparándonos, rompiendo con el rol que hasta ahora aceptábamos (salvador, maltratado, perdedor, sumiso). El otro cambiará su postura ya que no encontrará eco. Este cambio de conducta desactivará el poder que posee. Hay dos palabras poderosas: “Sí” a todo lo que nos da poder de realización, “No” y poner límites a los que fabrican patologías para apoderarse de nosotros. La vida es maravillosa eligiendo buena compañía y huyendo de quienes nos intoxican. Desintoxicarnos es la ciencia que debemos aprender para escaparle a la estupidez.
Se puede hacer inteligente la pasión. Como en el ajedrez somos piezas del tablero social en interacción con otras piezas y con las reglas del juego. Un peón puede ganar una partida si está bien relacionado. El principio clave es que solo no se puede, que formamos parte de grupos cuyo éxito será el nuestro. Aprendamos entonces a generar conductas donde los errores se conviertan en guías del aprendizaje social. El test de la excelencia de nuestro cerebro social es estudiar nuestra producción los grupos en que actuamos. Consolidemos el capital social que creamos en nuestra vida: “dime con quién andas y te diré quién eres, dime quiénes te acompañan y te diré adónde te diriges”. No sientas culpas, no pongas excusas, no dejes para mañana lo que puedes hacer hoy. Nunca preguntes por quién doblan las campanas, las campanas doblan por ti.
* Horacio Alberto Krell es el CEO de Ilvem. Contador Público y Licenciado en Administración UBA. Contacto horaciokrell@ilvem.com |