La culpa puede estudiarse desde el punto de vista psicológico o legal. Sentirse sin culpas es la clave para seguir transitando por la senda del crecimiento personal.
Objetivamente hay diferentes acciones generadoras de culpa: Negligencia.- Descuido en el actuar. Imprudencia.- olvido de las precauciones necesarias. Impericia.- Fallar en la acción. Inobservancia.- No cumplir con leyes, reglamentos u ordenanzas.
Ser culpable no es lo mismo que sentirse con o sin culpa. Desde lo subjetivo la culpa combina tristeza, ansiedad por las consecuencias y agresividad hacia uno mismo.
El aspecto positivo de la culpa es que incentiva a no transgredir las normas. La culpa es un factor negativo al sentirla por cosas inevitables o por sostener valores inciertos. Perfeccionismo, alta exigencia, inflexibilidad, rigidez, sostener normas contradictorias, crean culpa. La inteligencia situacional, en cambio, adapta la norma a la situación.
El manejo inteligente de la culpa consiste en reparar el daño cometido. En cambio racionalizar, trasladar el problema, intentar zafar del efecto, es un manejo ineficaz.
La forma tradicional es buscar un chivo expiatorio que cargue con ella. Otro error común es generalizarla: cuando la culpa es de todos, la culpa no es de nadie.
Para sentirnos sin culpas, debemos saber gestionarlas, trabajando sobre las creencias, inseguridades, baja autoestima, exigencias y perfeccionismo. La regla de oro para evitar es: No le hagas a los demás, lo que no deseas que te hagan a ti mismo.
Personas culpógenas. Se suele usar la culpa para que unos hagan lo que otros pretenden. ¿No te da vergüenza lo que acabas de hacer? Esta frase invita a sentirse culpable. A los padres también puede invadirles la culpa por la conducta de sus hijos. Suponen que podrían haberlos educado de otro modo y se sienten culpables.
La culpa enfrenta el modelo ideal de conducta interiorizado con la conducta real.
El que se siente culpable no se acepta, se descalifica, se tortura y en el extremo se siente incapaz de tomar las riendas de su vida. El niño teme que los padres no lo quieran, no se siente merecedor de su amor y lo remedia cediendo partes de sí mismo.
Las culpas van y vienen, por lo que dijiste o no dijiste, sentiste o no sentiste, hiciste o no hiciste, o por quebrar ciertas reglas. Frases como “si no hubieras hecho esto no me habría enfermado”, “con todo lo que hice por vos”, etc. provocan la culpa como diferencia entre lo que se hizo y lo que se debió hacer. Otro formato es la contradicción entre lo que quiero y lo que debo. O el autoreproche: no puedo, no merezco lo que tengo, no sirvo. Hasta se llega a sentir culpa por ser feliz.
La culpa no es del chancho sino del que le da de comer. Asumiendo roles de culpable o de víctima, nos encadenamos y no perseguimos nuestras metas. Cuando el control de las emociones queda en manos del otro dejamos de invertir en nosotros mismos.
Las personas culpógenas no se dan nunca por vencidas: “sigue todavía es poco”, “mi dolor es más grande que el tuyo”, “tu eres el culpable”. Pero si realmente no lo eres, desásete de las culpas falsas. Como al otro no lo puedes cambiar lo que si puedes hacer es cambiarte a ti mismo. Somos víctimas o culpables de nuestras malas decisiones.
Errar es humano. La diferencia entre error y culpa es que del error se aprende y la culpa paraliza, ata al pasado, reduce la energía, restringe el presente.
Aprender a evitar la repetición de errores no debe convertirse en culpa. No haber acertado no implica sentirse culpable, si ese error se convierte en aprendizaje. Conviene renunciar al perfeccionismo, porque lo bueno pasa a ser malo. El error es mantener un código moral impuesto que programa nuestra memoria para que garantice su cumplimiento. Y entonces sonará la alarma y comenzará el remordimiento..
Sentirse culpable no cambia la historia. La forma de solucionarlo es resolver la tensión interior. Pero si la culpa es con cauda, la persona dañada nos hará notar con su rechazo, castigo o indiferencia que hemos obrado mal.
Estrategias. Hay que aclararse que el pasado no se puede borrar. Aceptarse uno mismo sin dañar a terceros. Demostrar que se puede enfrentar el deseo de manipulación.
La culpa es una elección que podemos variar entendiendo su mecánica. La emoción de sentirse libre, sin culpas, recupera la inocencia y la creatividad.
En nuestra cultura hacerse la víctima y echar culpas es un medio para manipular a los demás. Es una inútil pérdida de tiempo. Si nos desconectamos del mecanismo, la culpa desaparece y con él la posibilidad de ser controlado y manipulado emocionalmente.
Sin darse cuenta, nunca se saca provecho del error, que se repite una y otra vez. No hay nada mejor que aceptar lo que no puede ser cambiado, vivir aquí y ahora, corrigiendo el presente en dirección al futuro sin asociaciones negativas con el pasado.
Vivir sin culpas. Para abandonar la culpa es necesario dejar la mentalidad de blanco o negro, dar respuestas congruentes a cada situación y gestionar las emociones sin la bendición ajena. Cuando uno se aprueba a sí mismo ya no se necesita la aprobación.
Hay acciones que desearíamos no haber hecho o palabras que preferiríamos no haber dicho. Si hay algo que nos molesta, en vez de enterrarlo conviene estudiarlo ¿Fue una accidente o un acto deliberado? Si se cometió un error hay que remediarlo y proponerse que no vuelva a suceder. ¿Ha cambiado desde el día en que se produjo ese sentimiento de culpa? Si el cambio fue para mejor, la culpa es ahora una ventaja. ¿Su sentimiento se debe a las palabras de otro? ¿Hasta qué punto fue culpa suya o se trata de la inseguridad del acusador? ¿Por qué acepta automáticamente su opinión?
Hay que apartarse de los roles de víctima- culpable y asumir el de protagonista. Reaccionar culpando al otro o estancarse, salir del foco que ilumina el objetivo. Por demostrar que tiene razón y sentirse víctima, piensa que hay una única verdad y una sola consecuencia, desea que el mundo cambie pero no él. Así se olvida de sus fines.
Cuando alguien sonríe en silencio, de sus travesuras se acuerda. Pero si ríe ante una falla es porque encontró a quién echarle la culpa. El protagonista piensa en los resultados e intenta convertir las discrepancias en oportunidades. Convierte el debe ser de la víctima en su querer ser. Usa el pensamiento lateral para crear alternativas.
La educación de la inteligencia emocional consiste en enseñar a desarrollar un poder inteligente que es la combinación del querer con la eficacia.
*CEO de Ilvem, Contador Público y Licenciado en Administración de empresas (UBA). Consultas: horaciokrell@ilvem.com
* Dr. Horacio Krell. CEO de Ilvem, Contador Público y Licenciado en Administración de empresas (UBA). horaciokrell@ilvem.com
* Horacio Krell. Director de Ilvem. Secretario de rel. internacionales de UAF Unión Argentina de Franquicias y Propulsor de UP Unión de Permutas. Consultas a horaciokrell@ilvem.com.
Ilvem es una entidad educativa cuya misión es el desarrollo de la mente humana en el marco de la teoría de las inteligencias múltiples (espiritual, emocional, intelectual, creativa, artística, estratégica, corporal, social, comercial, comunicacional y digital).
Informes en www.ilvem.com o al teléfono 48215411
*CEO de Ilvem, Contador Público y Licenciado en Administración de empresas (UBA). Contacto horaciokrell@ilvem.com
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