Los triunfadores tienen pasión por el trabajo. Crean caminos naturales hacia la meta que los lleva a producir productos y servicios excepcionales.
El que se enamora de la vida es porque desarrolló su empowerment, el poder interior que todos tienen y pocos aprovechan. Pasión por el trabajo no es pasión por el dinero. La riqueza material es el resultado de amar lo que hace. Vivimos en sociedades alienadas donde se trabaja por el dinero con el cual hacemos lo que nos gusta. Pero el trabajo ocupa gran parte del día. Así es cómo llevamos en nuestra conducta la causa de nuestro fracaso. Cubiertas las necesidades básicas surgen otras como la de realización.
Sensación de dominio. El amor no es una relación con alguien. Quien no conoce su misión, o la perdió está triste, pesimista o deprimido. Le falta la pasión. Puede ser un proyecto que no lo deja dormir, la ciencia, el trabajo o el estudio. La pasión lo aleja del triste destino de durar, del miedo, de imitar, de asustarse ante una arruga, de encerrarse para no disfrutar el regalo del presente. Lo importante es descubrir la pasión y ser protagonista. No es tan malo morir, la muerte no se olvida de nadie. Lo trágico, es no animarse a vivir, a ser feliz y enamorarse de la vida. La pasión es una fuerza creativa.
Acrecentar las habilidades. Nos enseñaron que el trabajo es aburrido y doloroso, que para aprender la letra con sangre entra. No aprendimos que lo que vale es saber lo que queremos y que el trabajo es el cómo. El que está fascinado en la tarea ni siquiera mira el reloj. Sabe que sabe pero al mismo tiempo lo que emprende es un desafío.
El triunfador perfecciona sus métodos, los métodos son su mayor riqueza.
El estado de flujo se logra con las emociones que construyen la aptitud para vivir y le dan inteligencia a la pasión. Lo negativo es vivir en el pasado, esperar lo que nunca llegará, lamentar lo que no tiene remedio, desear algo y no hacer nada para conseguirlo. Para cambiar el “el feedback con la realidad impide al error convertirse en hábito”. Prestar atención, es la condición. La clave es tener una visión -que es la forma en que el porvenir nos ofrece su ayuda-. El pasado aporta la experiencia, el método el “cómo”. El "por qué" surge del "Yo quiero". Hay que tener la misión en la mente y en el corazón. En la 1era persona de los verbos creer y crear converge la palabra creo. Es el faro que ilumina. La voluntad es el barco y el timón es el motor de la emoción. Hay que comprar la idea, quererla, planearla, ejecutarla y controlar el resultado. Con entrenamiento la atención y la energía se activan con anclajes.
Desorientación vocacional. Nacemos indeterminados, el cerebro del niño es una página en blanco. Entre el ser y el hacer debe existir potenciación, ¿dónde estoy, dónde quiero estar, como haré? Así emerge la tensión creativa. Tenemos un gigante dormido tapado por rutinas. Misión es definir la razón de ser, las acciones deben alinearse. Entenderlo evita desviaciones. La misión se concreta por objetivos. Sin objetivos la misión es vana, sin misión el objetivo es ciego. La visión es una imagen realista y atractiva, que vive el futuro en el presente e informa cómo nos sentiremos al llegar. Los valores guían el viaje. Misión es el propósito: indica qué somos, dónde estamos y a donde vamos. El sí, es más fuerte que el no, el deseo puede más que el temor. La visión muere si es inviable y rebaja el entusiasmo. Cuando misión, visión, metas, valores y motivación se unen, el todo supera a la suma de las partes. El propósito otorga dirección: explorar el espacio, la visión es específica: llegar a la luna. El propósito es abstracto, la visión es concreta. Es un proceso de hacer foco en el deseo.
Un caso práctico. Paganini comienza a tocar. De pronto una cuerda se rompe. El director paró, la orquesta paró, Paganini no. La orquesta, vuelve a tocar. Al rato otra cuerda se rompe. El director paró, la orquesta paró. Paganini sigue sacando sonidos de lo imposible. Una tercera cuerda se rompe. El director se paralizó, la orquesta también, la respiración del público se detuvo, Paganini sigue. Como si fuese un mago, arranca sonidos con la última cuerda de su violín destruido. El director se anima, la orquesta se motiva, el público pasa de la inercia al delirio. Paganini alcanza la gloria. No es sólo un violinista genial, es el símbolo de quien enfrenta lo imposible. La vida no rompe la cuerda del talento, está viva y sigue tocando. La vida nos deja una cuerda, para que elijamos que hacer con ella. Elijamos la inteligencia a la adversidad, el peor intento a no realizar ninguno, para despertar al Paganini dormido que habita en nosotros. Afinemos la cuerda que conecta los hemisferios cerebrales porque si desafina genera la lucha que describe Pascal: “el corazón tiene razones que la razón no entiende”. La cuerda mágica armoniza ciencia y arte, razón y emoción, concepto e imagen, plan e intuición. Esa cuerda se activa con la pasión por el trabajo.
Detecte su pasión. ¿Qué haría si tuviese 6 meses de vida y contase con todo el dinero
necesario? ¿Con quién pasaría su tiempo? ¿Qué actividades realizaría? ¿Que sería lo más importante? ¿Renunciaría a su trabajo? ¿Cómo gastaría su dinero? Dinero y prestigio son metas, no son la felicidad. La mejor prueba de la pasión por el trabajo es preguntarse si lo haríamos gratis o si soñamos con el retiro, que es el signo evidente de que falta la pasión. La educación debería enseñar a detectarla ya que si las personas son felices construirán una sociedad mejor. En el camino a la felicidad puede haber infelicidad. Pero cuando haces lo que amas en la vida, no aceptes un no como respuesta. El que no hace no se equivoca pero tampoco aprende.
*CEO de Ilvem, Contador Público y Licenciado en Administración de empresas (UBA). Consultas: horaciokrell@ilvem.com
* Dr. Horacio Krell. CEO de Ilvem, Contador Público y Licenciado en Administración de empresas (UBA). horaciokrell@ilvem.com
* Horacio Krell. Director de Ilvem. Secretario de rel. internacionales de UAF Unión Argentina de Franquicias y Propulsor de UP Unión de Permutas. Consultas a horaciokrell@ilvem.com
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