NO HAY TIEMPO QUE PERDER

Por Horacio Krell

 

La ecuación hombre=tiempo ya no cierra. Eficiencia es hacer  las cosas bien,  eficacia es hacer lo correcto. El economista Wilfred Pareto descubrió que el  20%  de las cosas que hacemos producen el 80% de los resultados. Pero la vida moderna nos lleva a tener urgencias y tensiones, a no saber por dónde empezar y a un vacío de ideas que nos aleja cada vez más de la eficacia.

 

La dieta del tiempo. Primero hay que tomar conciencia del problema, indagar las causas y separar lo urgente de lo importante. Los ladrones de tiempo son generalmente ladrones internos disfrazados por nuestras creencias y actitudes. La administración estratégica del tiempo implica interrogarse: ¿dónde estaba ayer? ¿dónde estoy hoy?¿dónde quiero estar mañana? ¿cómo haré para conseguirlo?

La clave está en saber lo que se quiere, en no planificar mecánicamente desde los recursos y calcular resultados. Porque el que falla al planear, planea fracasar. Es mejor partir del futuro deseado y retroceder hasta el presente. Si nos guía  el pasado repetiremos la rutina. Para inventar el futuro, hay que partir del ideal, viendo el final  la película  que uno mismo deberá realizar.

 

El tiempo vuela. Los enemigos de la administración del tiempo son el largo plazo que media entre el acto y el efecto, los cambios abruptos en la realidad y las creencias estereotipadas. La brecha entre el sueño y la realidad se reduce cuando se sabe reflexionar sobre la acción.

La ley de Murphy afirma que lo que lo que puede salir mal  va a salir mal, para evitarla hay que ser cuidadoso en los detalles. Los objetivos deben ser realistas ya que como decía Keynes a largo plazo estaremos todos muertos. Nuestro reloj interno suele equivocarse Con los años creemos que el tiempo va más rápido que el  reloj.

 

El  ciudadano se convirtió en consumidor. Corre sin saber por qué y no llega a ningún lado porque no sabe a dónde quiere ir. El planificador trabaja con papeles, no puede prevenir el curso de los acontecimientos, el estratega garantiza que la reflexión  se cumpla incorporando la lógica de la  acción. No hay estrategia sin objetivos claros.

La realidad es una fotocopiadora de nuestras creencias. Las buenas ideas se defienden con argumentos, se expresan con coherencia y se convierten en hechos. Las creencias promueven acciones. Una creencia rígida paraliza. Para revertirla la acción debe motorizar el cambio. El discurso le da forma. La mente convierte en acto sólo lo que acepta. Recuerda el 5% de lo que escucha, el 10% de lo que ve y el 85% de lo que hace, por eso hay que convertir el proyecto en acto.

Para ganar rapidez, la información y el conocimiento deben complementarse. Pero el hombre se hizo esclavo de la tecnología. La sociedad de consumo lo sedujo, no puede decir no  a nada y en poco tiempo lo que compra se hace obsoleto. Así debe trabajar el triple para estar a la moda. Bajo el eslogan “hay que vivir la vida  ya”  las tarjetas de crédito financian  estas hipotecas de tiempo.

Así lo urgente vence a lo importante. La velocidad impide reflexionar y las conductas son reactivas, el carro va delante del caballo.

 

Aprender en la acción. ¿Qué debía haber ocurrido y qué  es lo que pasó? ¿Cuál es la causa de la diferencia? Si el error no se analiza, el olvido impide aprender de la experiencia. La reflexión  es parte del trabajo, no se puede vivir sin aprender, sin seleccionar lo bueno y eliminar la basura porque si la basura queda se refleja en nuestros actos.

La reflexión implica concentración, no divagar por estímulos e ideas parásitas. Un yo observador interno debe alertar: ¿progreso,  logro lo que quiero, aprendo?

Hay métodos para saber qué cambiar, qué mantener y cómo inyectar conocimientos. Nada surge de la nada, hay que modificar la memoria para que mejore la conducta.  Si la educación no enseña a pensar produce incompetentes altamente calificados. Las buenas ideas surgen de  quienes conviven con el problema, el liderazgo debe promover la  optimización del uso del conocimiento.


Lectura rápida. Un mapa mental combina el libre juego del texto con la imagen, está menos atado a la secuencia. Plasma una idea central y teje una red de relaciones. Su flexibilidad permite incorporar novedades y vínculos, favorece la generación de las ideas. Borges decía que somos lo que somos por lo que leemos, pero hoy no hay tiempo. El mapa mental es una imagen que vale por mil palabras. Así  logramos el poder inteligente que es querer con eficacia.

La gestión del tiempo debe equilibrar la vida laboral y personal. Necesitamos pausas, realizar actividades de alto rendimiento, descubrir lo que nos hace perder el tiempo, anticiparnos para evitar sorpresas, repartir la tareas,  repensar la rutina, limitar lo hábitos negativos, delegar, aprender a  decir no, desintoxicarnos de datos y reuniones, centrarnos en objetivos claros y  considerar la importancia del autoconocimiento.  Sin tiempo que perder sacaremos mejor provecho de nuestros talentos ocultos.

 

El efecto palanca. Arquímedes dijo “dadme una palanca  y un punto de apoyo y moveré el mundo”. Cuando se aplica en un punto de apoyo, transmite y multiplica la fuerza. El entusiasmo se justifica: no importa el peso, basta con  alargar el brazo. La computadora es la palanca natural del cerebro. El efecto palanca se potencia al elegir bien las  prioridades y asignar correctamente los recursos.

Al asociarnos estratégicamente con los mejores nos ahorramos el esfuerzo que ellos  hicieron para conseguirlo y esa palanca potencia el rendimiento.

Por el contrario, el que tiene mentalidad del bombero corre todo el día y no consigue nada. Los mejores jugadores son los  que paran la pelota. Muchos  fracasan por no tener eficacia la que no se puede suplir con eficiencia. El efecto palanca es obtener el máximo resultado con el menor esfuerzo posible.

 

“Vísteme despacio que estoy apurado”, decía Napoleón. Según Business Week, los franceses trabajan menos y producen más y mejor porque tienen tiempo para retomar los valores esenciales de familia, amistad,  tiempo libre, elegir el presente concreto al global abstracto y anónimo, la simpleza de vivir, convivir en un ambiente alegre y realizar lo que saben hacer. Los que corren mucho suelen terminar en el mismo lugar, mueren por infarto o accidentes y se olvidan de vivir el único tiempo real que es el presente.

 

Slow down. Todo invita a vivir acelerados. Las marcas presentan su temporada de invierno en verano. Se trabaja 24 horas para fomentar el consumo. Prolifera la obesidad, el estrés, la angustia por posponer el placer. Desacelerarse es luchar contra la tiranía del reloj, vivir con modestia, pensar con grandeza consumir menos, tomar conciencia que los horarios extremos amenazan la salud, la familia y las relaciones. Así se consigue más eficacia, compromiso y calidad de la vida.

Lo mejor es trabajar por objetivos y no por horarios. Vivimos 700.800 horas en la vida y 70.000 las ocupamos trabajando. No hay  tiempo que perder, usemos las 630.800 horas libres para ganar  felicidad.

 

Educar la mente. Vivir a mil desconecta los sentidos de la conciencia, la tensión mata, la creatividad muere. Educar para la fast life  hace correr  a velocidades imposibles sin métodos facilitadores de la acción. Quienes aprenden a administrar el tiempo construyen desde una capacidad plena. Se debe educar el sentido común: valorizar la lectura, caminar más, cocinar una receta completa, relatar cuentos a los hijos, practicar deportes, pasar más tiempo con amigos, inventar buenas ideas. Como dijo John Lennon, la vida es lo que nos pasa mientras hacemos planes.

 

* Dr Horacio Krell CEO de ILVEM horaciokrel@2ilvem.com

 

 

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