TENER PACIENCIA

Por Horacio Krell*

 

El día tiene 24 horas pero hoy parecen menos por la frenética oferta de la sociedad de consumo. Mandatos como no esperes más nos bombardean. Estos imperativos directos o subliminales llegan por vía visual o auditiva. No queda más remedio que acelerar. La velocidad le gana a la quietud pero nunca alcanza y sobreviene la alienación por la insatisfacción de no haber llegado a la meta. Ante tal velocidad y ansiedad, quien espera desespera. Al que aguarda, reflexiona, o vacila se lo tilda de ineficiente o lento. Del veloz se dice que es efectivo, ágil o siempre listo.

Multitasking. La multitarea es alabada aunque fragmenta la atención, rebaja el resultado, hace superficiales a los vínculos y pulveriza la memoria. La paciencia es hoy la más heroica de las virtudes, porque carece de apariencia de heroísmo. No es resignación, inactividad, claudicación ni indiferencia. Es constancia, insistencia, coherencia, mientras convive con la espera, sin limitarse a aguardar. Con su quehacer crea las condiciones para que algo suceda: lo hace parir. Es una espera activa sin impaciencia, con reflexión, con buen humor, con atención y con la actitud de observar la situación, en la creencia de que algo oculto se manifestará. La paciencia es productiva. Cura una herida, alivia un dolor, alimenta una esperanza o abre un aprendizaje.

No es bueno precipitar el fruto porque hay un proceso que se entiende, se quiere y se acompaña.

El día tiene 24 horas, y por apretar el paso no habrá más cosecha. Transitar con más paciencia que urgencia o ansiedad permite que el tiempo imprima su huella. Sabio es el que sabe esperar.

El estado de ansiedad. Vivimos en la dictadura de la inmediatez, con la presión de tener que hacer más en menos tiempo.  Esto genera estrés y ansiedad?, malestar, preocupación, tensión, temor, inseguridad, pérdida de control, alteraciones fisiológicas. Se trata de una emoción que aparece en determinadas circunstancias y reduce la capacidad para prestar atención sostenida,  bloquea la memoria y traba la capacidad de aprendizaje. No sabemos parar y siempre se necesita más. La jornada prolongada, el ritmo de vida veloz, el desempleo, el trabajo precario, la soledad, el acoso; generan respuestas de ansiedad que se instalan en la mayoría de las personas.

Técnicas para combatir la ansiedad. Regular las emociones y centrar la atención en el presente es la clave para controlarla. Hay que admitir su existencia, advertir la causa y tratarla. Aparecen factores combinados. El cognitivo o lo que se piensa, el conductual o lo que se hace, y el psicofisiológico, que es el cambio negativo en el organismo. Las técnicas intentan modificar los pensamientos negativos y las conductas inadecuadas, practicando la meditación.

Las organizaciones sociales deben incorporar formas de vida más compasivas, generando espacios comunes amigables, de tranquilidad y de cooperación.

Los que trabajan en psicología positiva unen las prácticas contemplativas de la meditación  y la observación de los aspectos favorables de la vida. El entrenamiento del bienestar enseña a autorregularse. Se fija una meta y se guía al pensamiento, la conducta y las emociones, para obtener recompensas, inhibir conductas o regular ciertas emociones.

El mindfulness centra en el presente para controlar la ansiedad, la que tiende a anclarse al pasado o al futuro. Meditando se dirige la atención a un estímulo determinado. Cuanto más centrado se esté en el presente y en lo valioso, es mucho mejor. La conciencia corporal, el foco en la respiración y la atención sobre aspectos sutiles, es el inicio de este tipo de entrenamiento.

Detectar y sostener emociones positivas. Las emociones se despliegan en un espacio relativamente corto de tiempo como una reacción subjetiva al ambiente. No se trata tanto de generar emociones positivas, sino de saber sostenerlas sin boicotearlas, como medio para lograr una mente equilibrada y virtuosa. Para descubrir actividades estimulantes se recomienda realizar algún tipo de voluntariado, encontrar lo bello en la naturaleza, rememorar el tiempo que se pasa con la familia o con amigos, leer un buen libro, etc. Al final del día, durante cinco minutos, se escriben tres cosas buenas que se han experimentado y se saborea cada una de ellas.

Recuperarse de emociones difíciles. Este comportamiento no es adaptativo, hay que reducir su impacto, pero sin cortar la emoción; la clave está en regularla. Cuando las tendencias de respuesta ya se han iniciado se intenta modular la emoción, a través de la intervención sobre los componentes experienciales, conductuales o fisiológicos. Hacer ejercicio físico, respirar  profundamente o la relajación son algunas de las técnicas indicadas para lograrlo.

La bondad, la amabilidad y la empatía. Trabajarlas como conducta prosocial, altruista y compasiva es el eje de la salud mental. El hecho de estar atento a los dilemas morales cotidianos  y hacerlo alineado con la moraleja de cada situación, es importante. Se trata de poner en marcha conductas de amabilidad y empatía, con base altruista, algo que también se entrena. Una de las propuestas es realizar actos bondadosos aleatorios con distintos tipos de personas: Un compañero de trabajo, un familiar, uno neutral, otro incómodo y hasta con un desconocido.

Activar el yo compasivo. Tenemos varias personalidades e interesa potenciar el yo compasivo. Hay que tomar conciencia de qué personalidad se activa cuando aparece la ansiedad. Se anima al sujeto a revisar el suceso y cuestionarse a quién se dirigía, qué sentía, qué apariencia tenía, qué lo guiaba, dónde y cómo se representa en el cuerpo, qué narración o diálogo lo acompaña. Posteriormente, se repite pero imaginando que ha sido dominado por la parte compasiva.

La paciencia da sus frutos. Había una vez un joven que quería ser orador. Su trabajo al aire libre durante demasiadas horas no le daba el tiempo ni el dinero que precisaba para tener maestros y aumentar sus conocimientos.  Pero su limitación principal fue que era tartamudo.

Sin embargo no se conformó y mantuvo siempre en su mente la imagen de lo que quería lograr.

Los comienzos. El joven comenzó presenciando los discursos de los oradores,  como a Platón de quien aprendía con el ejemplo.  Platón decía que el comienzo es la parte más importante de cualquier trabajo y con el deseo de empezar, el joven comenzó a  prepararse con paciencia.

El que no hace no se equivoca pero tampoco aprende. Como era de esperar experimentó fracasos.  ¿Para qué repites 10 veces la misma frase?, se burlaban. No se escucha. Ante su  nerviosismo el tartamudeo se hizo más intenso y  se retiró entre  abucheos.

Cualquier otra persona hubiera olvidado sus sueños, pero persistió resistiendo los fracasos. En lugar de deprimirse, tomaba las críticas como un desafío, como una batalla que quería ganar. Una vez dijo: "las palabras que no se convierten en hechos no sirven para nada".

Resiliencia estratégica. Usaba la adversidad como un recurso  para agrandarse, para llenarse de fuerza y mirar cada vez más lejos y más alto. Los premios de la vida son para quienes tienen clara su visión, la creatividad,  la paciencia y la tenacidad para conseguirlos.

La preparación. Edison dijo que genio es un 10% de inspiración y un 90% de transpiración. Tengo que trabajar, pensó el joven, debo construir mi propio estilo e imagen. Para eso se dedicó a practicar noche y día. Corría por las playas, gritaba fuertemente para ejercitar sus pulmones, se llenaba la boca con piedras y se ponía un cuchillo afilado entre los dientes para  hablar sin tartamudear, y se paraba durante horas frente a un espejo para mejorar su postura y sus gestos.

A tener éxito se aprende. Después de mucho tiempo el joven reapareció ante una asamblea defendiendo  a un fabricante de lámparas, a quien sus hijos le querían robar sus bienes. La seguridad,  elocuencia y la sabiduría que demostró fue ovacionada por el auditorio. Este joven tartamudo se llamaba Demóstenes y fue posteriormente elegido como embajador de Atenas. Su deseo de cambio  convirtió los obstáculos  en pedestales sobre los que construyó su sueño.

Los principios del cambio confluyen hacia el éxito cuando se incorpora a la acción el  pensamiento creativo y estratégico: ¿dónde estaba ayer? ¿dónde estoy hoy? ¿dónde quiero estar mañana? ¿cómo haré para conseguirlo? De lo que se trata es de ser paciente.

La teoría de la acción eficaz. Así como levantar un edificio demanda tiempo y esfuerzo, también se necesitan para construir el mundo interior, que es donde se define lo que vamos a ser. Parece que ya no hay tiempo para construcciones laboriosas: el imperativo es avanzar rápidamente y sin reflexionar. La paciencia y el tiempo hacen más que la fuerza y la violencia.

Inteligencia pasiva.  La estrategia de no hacer a veces funciona. Antes de hacer hay que examinar el contexto. El mejor fuego no es el que se enciende rápidamente. La paciencia es un árbol de raíz amarga pero de frutos muy dulces. Quien la posea, obtendrá lo que desea.

La paciencia es la fortaleza del débil y la impaciencia, la debilidad del fuerte.

Dijo Isaac Newton: Si he hecho descubrimientos invaluables ha sido más por tener paciencia que por cualquier otro talento. El genio puede concebir, pero la labor paciente debe consumar.

No es quedarse con los brazos cruzados. El hombre trabaja al 10% de su capacidad potencial. Su carencia metodológica lo lleva esforzarse y eso lo conduce al cansancio físico y mental. Para Nietzsche los métodos son la mayor riqueza del hombre. Son facilitadores de la acción.

En los momentos de ocio, mientras se espera con paciencia que los procesos avancen, es preciso perfeccionar el rendimiento intelectual. No hay paralelismo entre el avance tecnológico y el progreso de las capacidades humanas, sobre todo las tienen que ver con la gestión de las metas.

La educación no enseña las habilidades que los empleadores valoran. Son: tomar decisiones, pensamiento crítico, responsabilidad, empatía, planificar, formular objetivos y tener alta la autoestima. Al empresario le gustaría enseñarles su tarea pero que lleguen a su empresa siendo responsables, disciplinados, que crean en valor del trabajo y del esfuerzo, y que vayan todos los días a trabajar. Esas virtudes blandas incluyen la capacidad de expresarse, de desenvolverse en diferentes contextos sociales, incluso hasta cómo vestirse. Hay un desacople entre lo que se enseña y lo que el mercado necesita, una disociación entre la educación y el sistema productivo.

El pensamiento estratégico chino. Desde 1978 a 2006 China quintuplicó su PBI hasta convertirse en la segunda economía mundial. Lo logró liberando el espíritu empresarial que se había detenido en la generación anterior. China es el mercado más atractivo para la inversión extranjera directa. Sus peligros son la escasa protección del derecho intelectual, los cambios abruptos en las leyes y un empresariado local muy eficaz con el que muchas veces conviene asociarse antes que competir. El pensamiento estratégico chino se aplicó a la economía con Xiaoping Deng quien prefirió los resultados a la ideología. Una vez dijo: “no importa si el gato es blanco o negro ; si atrapa ratones es un buen gato”.

Luego del retroceso que siguió a la represión en la plaza Tiananmen, el proceso avanzó con la reforma constitucional de 1993 que promovió la economía de mercado.

Contracara del modelo occidental. El occidental parte de un formato ideal al que aspira, y apela a la voluntad para alcanzarlo. Si bien con esto generó a la ciencia y pudo transformar a la naturaleza, no tuvo el mismo éxito en los asuntos humanos. El pensamiento estratégico chino altera el modelo del sujeto héroe del cambio por el de analizar la situación: ¿qué y cómo sucede?, ¿hacia dónde se dirige lo real? Posteriormente observa el curso de los acontecimientos con paciencia y espera el desarrollo para aprovechar sus frutos. El voluntarismo extremo se vuelve contra sí mismo, el exceso de un deseo lo destruye. Esto se remonta a Aristóteles: “La realidad es la única verdad”. Al advertir la lógica de la situación y su potencial de realización, dejan que las cosas ocurran y obtienen el beneficio sin sacrificios. Este tipo de inteligencia que no presiona sino que acompaña la evolución natural de las cosas, es el pensamiento estratégico chino, que se diferencia del pensamiento clásico occidental basado en otro esquema: modelo- plan- ejecución y control. Para los chinos el tao o camino está en lo real, no en el ideal.

En lugar de imponer un plan. El pensamiento estratégico chino se adecua al movimiento para anticiparlo y sacar ventajas. Observa la situación y analiza su potencial. Entonces puede deducir las consecuencias y obtener los réditos con poco esfuerzo.

Un hombre solo apostado convenientemente controla a 1000 soldados en un desfiladero. Alejandro Magno para hacer invencibles a sus tropas hizo quemar sus propias naves y logró que su ejército venciera en el año 335 AC, a enemigos que lo superaban por 3 a 1, y que regresaran en los barcos conquistados al enemigo.

El pensamiento estratégico chino no valora tanto la acción como la situación, a la que considera como el producto de la interacción en un campo minado de fuerzas. Las acciones se adaptan continuamente, sin preconceptos. Si el estratega sabe que a su adversario le agrada el peligro lo hará correr riesgos innecesarios. Si intuye que respeta a la autoridad recurrirá a ella para dominarlo, antes que desgastarse en planificar una acción meritoria. La diferencia entre el pensamiento estratégico chino y el occidental es que el primero no elige el camino a la meta, no considera al fin como “un buen conductor”, supone que al retroceder buscando el origen no encontrará fuentes ni medios seguros, como en los teoremas.

Porque la multiplicidad de fuerzas generadoras de cambio hará imprevisible el desenlace, y presionar producirá el efecto no deseado, como el remedio que mata por accidente.

Dos facultades diferentes. El modelo occidental se basa en la voluntad para fijar el objetivo, en que la elección sea correcta y en que los medios sean adecuados. El pensamiento estratégico chino no determina el fin sino que se beneficia cuando ocurre. Al anticipar el potencial de la situación; no invierte demasiado en los medios, le basta con observar las condiciones que generan la lógica del proceso, y las cosas caen por su propio peso. El efecto no debe manifestarse para ser efectivo, es el resultado de una propensión natural, no hay que actuar, sino esperar pacientemente. Así los últimos serán los primeros, y sin que nadie se entere se recogerá el fruto que inexorablemente se producirá. Hay que tener paciencia y saber esperar los frutos.

*Director de Ilvem, mail de contacto horaciokrell@ilvem.com.

 




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