LA IDEOLOGÍA BLOQUEA A LA INTELIGENCIA
Por Horacio Krell*
Todo razonamiento es un pensamiento pero no todo pensamiento es un razonamiento. Un clima de confrontación puede trabar a la razón y hacer que sobresalgan las etiquetas descalificadoras. La ideología produce daño. Son ideas que condicionan al pensamiento, porque siendo previas a su confrontación con la realidad, no se doblegan luego ante ninguna prueba. La gran debilidad a la que someten es la de impedir cambiar de idea ante a la evidencia. Las llamadas “Mis ideas” no suelen ser propias, sino mensajes inculcados por la propaganda y adoptadas masivamente.
El adherente forma parte de un ejército y si abandona esas ideas tiene el temor de ser calificado como desertor ideológico por los compañeros que actúan como los guardianes de la ideología.
Las ideologías son creencias peligrosas, porque son aplicadas por un gobierno, “Estado”. No son metas personales, son objetivos destinados a que el gobierno los imponga. El trabajo propio es la militancia para llevar la ideología a la cima y, desde allí, bajarla a la realidad para uniformarla y homogeneizarla. Y como la realidad se resiste a ser uniformada, la discordia es inevitable. La tesis de Carl Schmitt es que la dupla amigo-enemigo es la esencia de la política.
Querer homogeneizar la realidad provocó guerras mundiales y el intento de imponer una ideología a las naciones vecinas proyecta sus efectos hacia nuestros días. La necedad logró que la guerrilla se armara cuando la Argentina tenía los obreros mejor pagos de América Latina.
Todo fue barranca abajo: el nivel de vida, la cultura y la inteligencia. Todo vale para la gilada y para las conducciones intermedias, ya que las cúpulas suelen estar alentadas por otras motivaciones diferentes a las ideológicas. Basta con advertir qué tipo de intereses las impulsan.
La enfermedad del poder. Ninguna corriente se libera de la enfermedad ideológica de intentar encajar la realidad en un molde de ideas preconcebidas. Quien procura adaptar su acción a la realidad es un pragmático y, aun si es honesto, se lo mira con desconfianza, como un oportunista y no como que tiene la inteligencia y el valor para buscar la mejor senda.
A la ideología se la toma o se lo deja, aunque sea contradictoria. Así se puede estar contra la represión en Chile y a favor en Venezuela. La comparación está prohibida. Así explica por qué un gobierno con 50 años en el poder no es una dictadura. Y no precisan explicarlo porque todos tienen miedo de preguntar, a pesar de las torturas que durante décadas se produjeron en Cuba.
Por eso el mal llamado “garantismo” cesa cuando los jueces progresistas, cambian el libreto y aplican duras penas a miembros de las fuerzas de seguridad o a un civil que se defendió de un delincuente. No se exige coherencia. El combo ideológico no la necesita. La lógica desaparece. Ya no se razona. Sólo se etiqueta. Son etiquetas que imponen un término negativo a cualquier cosa y se imponen por reiteración. Términos como “neoliberal” se repiten hasta que parezcan malos. En ese contexto, lleva a muchos a defenderse con: “No soy…”.
Una persona es más inteligente cuantos más aspectos sepa distinguir dentro de un asunto, las discusiones actuales son la negación de la inteligencia. La sutileza del debate ha desaparecido.
Cada vez hay más docentes que adoctrinan y menos los que demandan estudiar y analizar las fuentes. Quienes impugnaban al enciclopedismo hoy exigen repetir un eslogan. Es el problema a resolver y nadie explica cómo revertir esta parálisis del pensamiento mientras la inteligencia agoniza. La ignorancia es la noche de los pueblos, pero una noche triste y sin estrellas.
El falso recuerdo. Un pecado que facilita la ideología es fabricar falsas memorias sobre eventos que no ocurrieron e incluyen fantasías o inferencias que contradicen la misma experiencia. El falso recuerdo surge por la influencia de una información externa o por el mal funcionamiento de la memoria. Las investigaciones indican que no hay memoria en un estado puro ni que está archivada para ser recuperada de manera fiel. No funciona como una cámara que graba un hecho y lo reproduce tal como ocurrió. Es fácil que una persona puede ser influenciada para alterar la estructura y contenidos de los recuerdos y, en consecuencia, de su comportamiento.
Cada vez que se recuerda existe un proceso de reconstrucción. Así, un hecho ocurrido en el pasado (la verdad histórica) es diferente de lo que se recuerda (la verdad narrada). Suele suceder con las personas que mueren, se pueden convertir en modelos absolutos de admiración y amor o, por el contrario, de repudio absoluto. Son más fruto de las emociones que de la precisión. El concepto de represión muestra que los hechos, sensaciones o ideas perjudiciales o desagradables, son excluidos de la conciencia o distorsionados para que se los pueda aceptar.
Uso mafioso de la ideología y de la falsa memoria. Para eso usan un neologismo, el "lawfare", que está compuesto por "law" (ley) y "warfare" (expedición bélica), para perseguir a los adversarios políticos. Los corruptos gritan ¡Lawfare! para ser impunes. Se nombran "jueces" para afirmar que las causas seguidas contra los corruptos no son más que inventos. También juzgan a periodistas por cometer el "lawfare" al informar sobre los cuantiosos recursos robados. Malos tiempos se avecinan. No es solo una cuestión moral. Los países de mejor calidad de vida, mayor desarrollo económico y menor pobreza y desigualdad se asientan en sólidas instituciones.
Las trampas mentales. Son prejuicios, hábitos, emociones, que impactan al cerebro sin que los advierta. Somos pésimos para calcular probabilidades. El cerebro busca y cree encontrar, patrones y conspiraciones inexistentes y atribuirles un significado divino o cósmico, así como afirmar coincidencias que no son tales y encuentrar relaciones donde hay sólo casualidad. Muestra de ello es la importancia que se atribuye a la oración y la plegaria por la salud y creer que hay relación de causa y efecto entre rituales y resultados que son de naturaleza aleatoria.
La trampa originaria. El sistema nervioso posee capas superpuestas. El tronco cerebral controla los instintos y no aprende de la experiencia. Los mamíferos al procrear por parto aportaron la capa emocional. El cerebro racional, derivó del lenguaje y se instaló en la corteza. El cerebro resultó de la evolución, no fue hecho para el hombre. No es preciso como la mano, que sustituyó a la garra del animal. El animal nace perfecto, el niño débil. Su cerebro es una página en blanco a completar. La trampa mental es no saber armonizar las 3 áreas en conflicto.
La trampa cultural. Al ponernos de pie las manos reemplazaron a la boca. El cerebro fue el símbolo intelectual y los ojos su instrumento. La zona abdominal, más ligada a la naturaleza, llegó a la conciencia indirectamente, por las sensaciones estomacales. Con el lenguaje surgió el mundo cultural. El hemisferio izquierdo alojó la razón y la palabra, el derecho las emociones y la intuición. Ambos se unen por un cable de fibras nerviosas que los conecta. La educación se concentra en la fragmentación intelectual. Para Pascal “el corazón tiene razones que la razón no entiende”. Mientras que la emoción te lleva a actuar, la razón te lleva a las conclusiones.
La trampa biológica. Hay una fuerza primitiva que tiene un rol activo para la supervivencia: es la entropía para conservar la energía. Es tan poderosa que precisamos descansar, mirar una película, leer un libro. Ponernos en piloto automático, para no gastar energía. Son instrucciones opuestas: el menor esfuerzo (entropía) y buscar lo nuevo (creatividad). La trampa es que la entropía es más potente que descubrir, aunque nos sintamos tan bien cuando aparece.
La trampa educativa. La curiosidad está presente en todos los chicos pero es difícil cultivarla porque el sistema educativo no brinda oportunidades. Existe un costo alto para crear. Lleva esfuerzo y energía, va contra la corriente y necesita aprendizaje. La creatividad es la actividad mental a través de la cual una revelación produce algo valioso. La creatividad sucede en la cabeza en interacción con el contexto, es un producto social más que individual. La trampa es la traba de la rutina. La libertad hace que el deseo sea la causa del efecto que motive la acción.
Trampas de la memoria. El problema es nuevo y sólo se soluciona con ideas. La trampa de la memoria es recurrir al recuerdo, y aplicar conocimientos no adecuados a la ocasión. No se puede pensar sin un problema como guía. Muchos confunden pensamiento con memoria, como cuando dicen “estuve pensando en vos”, o con creencias como en: “yo pienso de esta manera”. Es un error el cartel THING (piense), a nadie se lo puede obligar a pensar sin un problema.
La trampa de la respuesta. Hay algo ya muerto en las respuestas ya que así el niño se le enseña a no pensar o que pensar es responder. Por es cuando es adulto, le cuesta tanto imaginar. Pensar de manera creativa requiere un entrenamiento para salir de esa cárcel y generar asociaciones. El pensamiento reproductivo, repite algo que ocurrió. El cerebro selecciona el enfoque más prometedor entre las experiencias pasadas y excluye otras. Trabaja según patrones dominantes que simplifican lo complejo, automatizando las respuestas, para repetir lo típico y lo poco original. El pensamiento creativo piensa productivamente. Al enfrentar un dilema, se pregunta cuántas formas distintas hay de verlo en lugar de buscar soluciones en la memoria. La trampa de tener todas las respuestas es que no se caerá de tu cerebro una sola idea.
La trampa de la fuerza bruta. Para Nietzche “los métodos son la mayor riqueza del hombre”. La fuerza bruta conduce al burn out o cerebro quemado. En materia creativa la mezcla de conceptos o conceptual blending, se usa para desinhibir el pensamiento y dar forma a las ideas. Todo se mezcla con todo y todo se puede combinar. Son como cubitos de hielo en cubeteras separadas. Cuando a una gota de agua se le agrega otra, forman una sola gota de agua, pero más grande. Cuando a un concepto se agrega otro, puede surgir uno nuevo y no dos separados.
Inconciencia. El hombre es el único animal que choca dos veces con la misma piedra. Un error común es generalizar desde un hecho particular y sacar conclusiones generales. Otra falla es ver todo como bueno o malo, sin matices intermedios. Algunos creen que pueden leer la mente, que basándose en la primera impresión de un interlocutor, que saben lo que él está pensando. Están también los que suponen conocer el futuro, una capacidad que no tenemos o los que usan sus emociones como razones para justificar su modo de actuar. Ante una situación fuera de control, imaginan toda clase de desgracias y consecuencias negativas. Nadie está exento de caer en las trampas. La solución es ser consciente de sus pensamientos automáticos y prejuicios. La trampa radica en que permanecen ocultos a la percepción, pues operan mecánicamente.
Las trampas del conocimiento. Violamos las leyes estadísticas al basar las decisiones en muestras pequeñas y generalizar sus resultados. La ilusión del control se da por exceso de confianza y arrogancia o por confiar de más en nuestra capacidad. Al aumentar sin pruebas la probabilidad de éxito no realizamos las investigaciones adecuadas. Cuando están involucradas más personas pensamos que cuanto más son, mejor se puede decidir. A veces por presiones sociales y evitar confrontaciones, tomamos decisiones por mayoría muy alejadas de la verdad.
Trampas por intuición. Nos rigen dos sistemas: uno rápido y automático, que da respuestas de memoria, y otro más racional para las actividades complejas. El sistema 1 se activa y hace un rastreo en la información almacenada en busca de la que se adecue a la cuestión. Lo hará basado en la Ley del menor esfuerzo. El Sistema 2, es más lento, más racional y prudente. Observa y controla los pensamientos y las acciones sugeridas, permite que otros se expresen y reprime o modifica. El Sistema 2 es un controlador y actúa ante situaciones para las cuales no hay respuestas 1. Muchas decisiones no son el resultado del análisis, en el cual se evalúen todas las posibilidades de acción ante circunstancias determinadas. Las consecuencias son por decisiones apresuradas, errores frecuentes, opiniones sesgadas, juicios subjetivos y respuestas intuitivas.
Sólo cuando entra en juego el Sistema 2, postergando las gratificantes sugerencias del sistema emocional, podemos intentar resolver problemas complejos.
Las fallas crean las ideologías. Y las ideologías producen las fallas. El efecto Halo atribuye características muy positivas o negativas a alguien, lo que explica el amor irracional a las estrellas de cine, o por qué convertimos a Steve Jobs en una especie de santo laico. La ilusión de validez afecta a los expertos en entornos impredecibles, como la política y las finanzas, provocando un exceso de confianza y poniendo en duda su eficacia. El Sistema 1 está preparado para creer, no para dudar y tiene tanto miedo que salta a conclusiones precipitadas. Así se entiende el fanatismo y la seguridad dogmática con que se sustentan, y por qué el escepticismo sigue siendo tan impopular. No es sólo inteligencia, sino racionalidad para amonestar a la parte vaga del pensamiento y para domar los sesgos cognitivos naturales. La virtud de saber decidir evita la parálisis por exceso de análisis y los efectos de las malas decisiones. Esta virtud se debilita por la arrogancia, por el desconocimiento de métodos y por la falta de incentivos.
La percepción nos hace creer que es el sol el que se mueve y no la tierra. El pensamiento natural salta a la acción. Eso está bien para decisiones simples, como elegir la corbata para el traje, pero en asuntos serios o aprendemos a plantear el problema o resolvemos el problema equivocado. Se aprecia más al intuitivo porque no tiene que justificar, juzga a la gente por su cara. El mundo es resultadista pero también se pierde jugando bien. La clave es separar decisiones y resultados.
La escuela y la empresa castigan el error, premian poco al que acierta y no castigan al que provoca daños por no decidir. Incentivan a no hacer y el miedo a fracasar inhibe. El que no hace no se equivoca pero tampoco aprende. El deseo nubla la razón, llegar al consenso es muy lento y en grupos adiestrados mejora la decisión. La sociedad de consumo ofrece un radar para imitar a ricos y famosos. Para decidir mejor hay que contar con la brújula interior que permite conocerse a sí mismo, sin esa virtud no se puede decidir con inteligencia.
La materia prima esencial del cerebro es la materia gris, pero no crece como la lechuga. Se puede crecer sin desarrollar totalmente su capacidad. La materia gris sólo florece con la educación. La educación es la industria pesada de un país porque es la que fabrica ciudadanos que puedan pensar por sí mismos y sin estar bloqueados ni dominados por las ideologías.
*Director de Ilvem, mail de contacto horaciokrell@ilvem.com Por whatsapp +5491154224742.
|